Una de superhéroes, pero con mafiosos
Más allá de ciertas innovaciones, el film apela a formas clásicas sin aportar nada nuevo y sin explotar las contradicciones.
El cine siempre ha sido útil a la cultura estadounidense a la hora de crear una mitología que ayudara a producir una galería de personajes que poblaran una particular forma de narrar la Historia desde la Ficción, y generar entre ambas vertientes una dinámica que ha dado por resultado un relato popular de gestas y héroes. Ese cuento se ha convertido en la historia oficial del siglo XX. El hecho puede verse bien en el western clásico, que ocupa un lugar similar al del Martín Fierro para la cultura argentina y fue por años el encargado de sostener la épica nacional norteamericana. Pero no es el único género utilizado por los Estados Unidos para sostener su historia desde el cine y puede decirse que de todos han hecho un uso oportuno; pero no es el tema de este artículo. Para ir al grano, en especial de otros dos géneros se ha valido Hollywood para contarse (y contarle a todos) su propia grandeza: el género bélico y las películas de gangsters. Fuerza antigángter, de Ruben Fleischer, es un ejemplo de la vigencia del mecanismo.
Si, tratándose de una nación que vive del conflicto, las películas de guerra sirven para mostrar de qué modo los Estados Unidos aplican (y son) la ley en el mundo, las de gangsters representan su contracara. No sólo muestran el manejo de la ley puertas adentro y propician un ejército de héroes morales (ver Los Intocables de Brian De Palma, versión de la serie homónima que cumplía el mismo rol), sino que en un único y contradictorio movimiento también convierten en héroes a los malos. Es que el crimen organizado ha sido siempre un factor importante en la economía estadounidense, y el cine lo refleja como nadie. Dicho esto, y dado que se alimenta de los elementos que han nutrido al género (como estar basada en hechos reales), Fuerza antigángster no sólo no aporta novedades sino que, si se revisa la filmografía destacada (El Padrino; Buenos muchachos; las dos Caracortada; la mencionada Los intocables), se vuelve rápidamente olvidable.
Y no es que no haya motivos en la película para que el resultado final fuera otro. Empezando por un elenco notable, no sólo por la cantidad de nombres estelares (Penn, Brolin, Gosling, Patrick, Nolte o Emma Stone, que en el afiche está igual a Jessica Rabbit), sino porque cada uno encaja en el physique du rôle de su personaje. Pero, ya se sabe, tener “cara de” no es lo mismo que “actuar de”. El mejor ejemplo es Sean Penn, quien ayudado por un maquillaje que muchas veces le juega en contra, sobreactúa la gestualidad de su versión de Mickey Cohen, el desalmado criminal que echó a patadas de Los Angeles a la mismísima Maffia en los años ’50.
La película cuenta cómo, en medio de una justicia y un departamento de policía por completo corrompidos, un grupo de oficiales apoyado por un alto funcionario crea un grupo parapolicial para realizar por izquierda lo que la ley no conseguía por derecha. La película de Fleischer, quien había sorprendido hace unos años con la excelente Tierra de Zombies, se permite un juego pop más propio de una de superhéroes, de dotar a cada integrante del escuadrón de una habilidad que lo hace ideal para formar parte del equipo (el viejo que es un as con la pistola y el negrito que es un mago con el cuchillo; el que es un genio de los gadgets retro; el líder incorruptible, masculino y violento; y el joven galán que renuncia a todo menos al amor). Esto hará que, si bien la película empieza con la seriedad impostada de los clásicos, violencia explícita incluida, pronto se transforme en un híbrido más cercano al cine de acción multitarget que al policial negro puro y duro.
En el medio el relato se empastará aún más queriendo retomar la veta histórico-social, aludiendo a la posguerra donde hombres entrenados para ganarse la vida matando debían reintegrarse a una sociedad pujante y en desarrollo, pero en tiempos de paz. Cada vez menos firme, el relato se cargará entonces de subrayados comentarios éticos y morales, puestos en boca de quienes necesitaron romper todas las leyes para hacer cumplir algunas. Una contradicción que esta película, a diferencia de otras, no alcanza a justificar, para acabar siendo una de muy buenos contra muy malos, que es como suelen ver al mundo allá por el Norte.