Algo malo pasó antes de llegar a la pantalla entre el film que podría haber sido (y que aparece en ciernes, agazapado, durante todo el metraje) y el que finalmente vemos. Hay estrellas y hay una historia basada lejanamente en algo real (el ascenso del gángster Mickey Cohen, la aparición de un grupo parapolicial que caza a los malos uno por uno), hay producción generosa y motivos para que el espectador espere acción y suspenso. Hay, además, un juego con el aspecto “retro”, y el término “juego” no es accidental: tan saturado es todo que da la impresión de que se quiso acercar lo retro a la sátira, a una lectura más irónica que realista. Pero el resultado es mortalmente serio y aparatoso, donde el elemento de época funciona como un puro decorado (es decir “está ahí porque queda lindo”) y no porque sea consustancial con la trama. El film entero parece funcionar, así, como una especie de ayuda memoria o museo popular: así eran los gángsters, así eran los sombreros, así se vestían las mujeres...así todo. Pero ni la historia ni los actores -que hacen lo que pueden- nos dan algo de humanidad que nos obligue a seguir mirando. Las escenas violentas son rutinarias y la cámara tomando a los (anti) héroes desde abajo, demasiado cómica para que la tomemos en serio, aunque el montaje final del film haya ametrallado cualquier posibilidad de humor, salvo involuntario.