PIÑA VA PIÑA VIENE
Sabemos hace rato que los asiáticos son los mejores filmando películas de acción, pero hoy la presencia en la cartelera de alguna película del género proveniente de aquel país se hace más necesaria que nunca, sobre todo para que podamos recordar los tiempos en que el cine de acción tenía la capacidad de divertirnos y transmitirnos cierta energía, que no era más que una alegría contagiosa. El cine de acción norteamericano, preocupado en otros asuntos y con algo de miedo a replicar conceptos del pasado (salvo excepciones como la saga John Wick o la inusitada Nadie), perdió esa capacidad lúdica y la aparición de una película como Fuerza bruta de Lee Sang-yong nos saca de la modorra; nos saca de la modorra a pura piña y patada.
Eso sí, a diferencia de muchos de sus colegas, el coreano Lee Sang-yong es más un noble artesano que un autor. Por decir algo, Fuerza bruta no tiene la elegancia formal de una de Johnnie To, pero sí la precisión narrativa de alguien que conoce los géneros que aborda. La evidencia es una larga secuencia de persecución por las calles de Seúl, en la que participan varios vehículos, varios personajes, hay acción en dos espacios diferentes, y todo se comprende mientras la película avanza llevándonos de las narices y la acción confluye relacionando las diversas subtramas. Y eso que Fuerza bruta es una película bastante enredada, con una trama algo confusa que incluye viajes de Corea del Sur a Vietnam, turistas coreanos secuestrados, un sicario, un empresario un tanto despreciable, un secuestro, una negociación, un villano salvaje, matones de aquí y matones de allá. Claro, todo se amalgama gracias al talento para el movimiento y a la falta de pretensiones del relato.
Y también se amalgama por el carisma de Ma Dong-seok, su protagonista (conocido internacionalmente como Don Lee), un actor de esos que parecen haber nacido para el género y que lo hacen con tanta naturalidad que no parecen estar actuando. Ma Dong-seok funciona en la acción y en la comedia, con un personaje que es como una fuerza de la naturaleza, un detective con métodos poco recomendables que hace evidente con su actitud escurridiza que lo suyo está por los márgenes del sistema: hay que verlo escapando con cara de atrevido luego de pegarle una patada al villano de turno y hacerlo atravesar un parabrisas. De todos modos Fuerza bruta no se hace demasiadas preguntas, lo suyo es brutal sin ser excesivo (hay matanzas virulentas pero narradas con la sutileza del fuera de campo), riguroso en los métodos sin perder la ligereza. Una película de los tiempos en que el cine era un músculo antes que un pedido de disculpas.