Fuga de la Patagonia, una película de género que cruza la biopic y la aventura.
En 1879 el joven Francisco Moreno era un naturalista en viaje expedicionario por el sur para delimitar los límites fronterizos e investigar la fauna y flora del lugar. Es entonces apresado por los mapuches, juzgado y condenado a pena de muerte por creerlo espía del gobierno nacional. Logra escaparse y, sorteando innumerables escollos, humanos y propios de la naturaleza, salvar su vida.
La opera prima de Javier Zevallos y Francisco D’Eufemia cuenta ese interregno de varios días en clave de aventuras con un comienzo estremecedor y muy bien resuelto en términos de puesta de cámara (la huida en una balsa de troncos junto con otros dos personajes por los rápidos del sur) y un final también destacable (un duelo menos western que criollo con facones y cuchillos, cuerpo a cuerpo, como aquellos guapos que añorara Borges).
Entre ambos puntos transcurre una narración que conjuga más luchas y escapadas (cruce con cuatreros, soldado desertor, masacres varias) pero especialmente escenas de transición no demasiado logradas. Diálogos informativos, con tendencia a mezclar en un mismo párrafo lo declamativo y el anacronismo de un lenguaje que no respeta su tiempo histórico y actuaciones que hacen lo que pueden y no siempre pueden.
Tiempos muertos que amesetan la atención conseguida y desmerecen las virtudes de una producción que hace del defecto virtud logrando visualmente muy buenos resultados. La fotografía de Fuga de la Patagonia también es de destacar tanto a cielo abierto con el uso de la luz natural cuanto de los momentos nocturnos con su trabajo en posproducción.