La travesía de los refugiados y la vida de los isleños se cruzan en silencio en este imponente documental.
A pesar de que una gran parte de la gente del mundo es capaz de vivir tranquila en ciudades cosmopolitas y, por ejemplo, consumir cine, hay personas en otros lugares que no tienen una vida tan fácil. Parece algo muy lejano, pero aún hoy hay guerras civiles que destruyen las casas, las familias y las vidas de quienes tuvieron la mala suerte de quedar en el medio. Son muchísimos hombres, mujeres y niños que, en su afán por escapar de esta desgracia se convirtieron de un día para el otro en una de las grandes crisis globales de la actualidad. Mucha de la visibilidad que obtuvieron se debe a las historias de refugiados que plagan las redes sociales o las noticias, pero el texto que las rodea siempre contamina la idea. A veces sólo las imágenes alcanzan para entender su experiencia.
En el medio del Mediterráneo hay una isla llamada Lampedusa. Durante la crisis migratoria en Europa del año 2015 fue lugar de paso de muchos botes con inmigrantes asiáticos y africanos que huían de sus países natales por distintas razones (la más común es la guerra). Los procedimientos de rescate de estos inmigrantes se llevan a cabo al mismo tiempo que los habitantes de Lampedusa viven su vida diaria como gente normal. El contacto entre ellos es casi nulo y el silencio unirá un cabo con el otro, dejando al espectador entre lo familiar y lo desconocido.
En febrero de este año se llevó a cabo la edición número 66 del Festival Internacional de Cine de Berlín, en la que se premió a Fuocoammare con el galardón mayor, el Oso de Oro. Su director, Gianfranco Rosi, nació en Eritrea y a los 13 años se vio obligado a huir sin su familia a Italia durante la Guerra Eritrea de Independencia: si alguien sabe cómo tratar un relato de refugiados, es él. Con sus documentales Below Sea Level (2008) y Sacro GRA (2013) fue premiado en el Festival Internacional de Cine de Venecia de sus respectivos años.
A pesar de que la mayoría de los documentales son encauzados de antemano, sea por preguntas de entrevistadores, presentadores o del guión que un relator imprime sobre las imágenes, puede encontrarse narración en cualquier cosa, en todos lados, en la realidad. Acostumbrados a la historia fácil, en la que todos los datos son anunciados sin rodeos y hasta ilustrados con gráficos, será un bello paso para el documental mainstream el que Fuocoammare da. No deja de ser documental por tener menos datos, ni por ser silencioso, ni por dejarle al espectador la tarea de pensar lo que quiera: todo lo que hace Rosi es mostrar lo que está pasando, algo que cada uno interpretará a su manera.