Fuocoammare

Crítica de Matías Gelpi - Fancinema

EL TEMA DE LOS REFUGIADOS

Fuocoammare: fuego en el mar es otro exponente de cómo el cine contemporáneo ganador de festivales suele abordar los grandes temas humanitarios. Esto es, mediante la supuesta pura contemplación con tintes antropológicos que en realidad es fundamentalmente puesta en escena y fotografía impecable. Sí, el documental de Gianfranco Rosi puede llegar a ahogarnos con su ritmo impostado y su implacable corrección política, y aún así es posible darle valor al retrato que hace de un estado de situación angustiante como es el de los refugiados en Europa.

Sin duda Fuocoammare trata un tema ineludible y urgente para Europa que ya se ha trasladado a la agenda mundial. Rosi hace foco en un lugar concreto y extraordinario como es la isla de Lampedusa en la Italia más meridional, lugar que recibe grandes cantidades de refugiados africanos y cuya cotidianeidad e identidad está marcada por este tipo de inmigración. En paralelo se nos cuenta la historia de Samuele, un simpático niño que suponemos nativo de la isla, en el cual el director encuentra el contrapunto un tanto obvio que desnuda sus intenciones. Hay que contraponer la inocencia juguetona de Samuele con la desesperanza, la humillación y la muerte cotidiana que viven aquellos desterrados de Africa.

Aunque lo anterior es lo que peor resulta de todo el documental, Rosi encuentra rápidamente lo que mejor le hace a la salud de su Fuocoammare cuando nos muestra el testimonio del médico de la isla, quien al mismo tiempo es el encargado de la revisación de miles de refugiados, encontrándose con la atrocidad y la miseria a cada paso, pero que también es el clínico de Samuele y de, suponemos, toda la isla, es decir, quien atiende dolencias ínfimas o inexistentes con paciencia y sensibilidad. De este personaje surgen los momentos más emotivos, de mayor potencia dramática.

También digamos que para Rosi los refugiados nunca dejan de ser un objeto de estudio. De hecho, pensando en Fuocoammare, sólo podemos referirnos a ellos como “refugiados”, es decir, un grupo de personas que comparten el destierro, pero nunca encontraremos desde la mirada de la película la humanidad que vemos en los habitantes de la isla como Samuele o el médico. No hace falta escandalizarse demasiado por esto, pero no dejemos de observar que allí se deja ir una vía de exploración que tiene que ver con buscar personas o identidades dentro del grupo étnico exiliado. O lo que sería ideal, la posibilidad de darle humanidad a ese objeto. Pero Fuocoammare continúa hasta el final por el camino de la fotografía indiscutible y la exposición sin demasiados riesgos. Demostrando la dificultad que tenemos en dejar de pensar lo extranjero como en un objeto extraño a pesar de nuestras maravillosas intenciones.