Furia de imágenes generadas por computadora
En Furia de titanes 2 (Wrath of the Titans, 2012) hay exactamente un (1) titán. Uno es más de lo que ofrecía su antecesora Furia de Titanes (Clash of the Titans, 2010), donde no había ninguno, pero la pregunta es igual de válida – ¿dónde están todos estos furiosos titanes? Dentro de la mítica zoología del film podemos contar quimeras, cíclopes, minotauros y otras criaturas, todas furiosas, aunque en lo que titanes refiere, el film los escatima.
Continuando la vaga línea narrativa establecida por su predecesor espiritual, Furia de titanes 2 sigue al semidios Perseo (Sam Worthington), llamado a recorrer el camino del héroe por segunda vez cuando Hades (Ralph Fiennes) toma de rehén a su padre, Zeus (Liam Neeson) y amenaza con liberar al titán Cronos (de quien hay uno solo) sobre los mortales. Perseo recibe el mismo trozo de sabiduría que su padre le habría impartido en la primer película – “Algún día aprenderás que tu mitad humana te hace más fuerte” – lo cual invita a uno a hacer memoria y preguntarse, ¿no aprendió esto ya en la primer película?
Esta verdad no tiene nada que ver con nada de lo que Perseo hará por el resto del film, pero como mantra suena sabio y disculpa la subsecuente carnicería de monstruos tridimensionales, de la cual habrá copiosamente. Le acompañan en su viaje Agenor (Toby Kebbell) y Andrómeda (Rosamund Pike en reemplazo de Alexa Davalos), en su defecto el chistoso y el interés romántico del grupo, aunque por más estereotipados que sean sus personajes, suplen las miradas dramáticas que jamás dominará Worthington en todos sus días de luchar contra imágenes computarizadas.
Y qué bellas que son estas imágenes computarizadas. Qué grotescos y salvajes que son sus monstruos. Todos miran y persiguen la cámara como animalillos de circo entrenados, no sea que el espectador no pueda apreciar la labor de su diseño. La quimera ruge hacia cámara, el cíclope huele la cámara, el minotauro embiste la cámara. Hasta la escenografía tiene la tendencia coreográfica de desmoronarse sobre la cámara. Jonathan Liebesman, director de turno, ha pagado buen dinero por sus truquitos.
¿Es este film distinto al del año pasado (o para el caso, al original de 1981)? Sigue peldaño por peldaño los pasos comercialmente exitosos de sus pares, desde su versión distorsionada del mito griego original hasta el camino heroico que Perseo recorrerá y con el cual volverá a aprender, literalmente, lo mismo. No toma ningún tipo de riesgo – es igual de entretenida, igual de aburrida e igual de mema que su antecesora, y aquellos que hayan odiado o disfrutado la primera podrán con toda seguridad de juicio evitar o ir ver la segunda. Quizás en dos años salga Furia de Titanes 3, donde Perseo olvida lo que ha vuelto a aprender y lucha contra no uno sino dos titanes. Entonces el título al fin tendrá sentido.