ENTRE EL CIELO Y EL INFIERNO
FURIA DE TITANES 2 (WRATH OF THE TITANS, 2012) redime algunos de los pecados de la floja primera parte y sale del Infierno de los bodrios, pero no le alcanza para ganarse un lugar en el Cielo de los buenos films. Así, aunque por momentos entretiene, FURIA DE TITANES 2 sólo consigue meterse, medio a los empujones, en el purgatorio cinéfilo.
Han pasado diez años de la aventura de la primera parte y el semi-dios Perseo (un pétreo Sam Worthington del que ya no esperamos nada) ha decidido llevar una vida tranquila, alejado de los quilombos mitológicos. Ahora se dedica a pescar junto a su hijo y no va nunca al peluquero, como lo demuestran sus rulos rebeldes. Pero cuando su papá Zeus (Liam Neeson) es secuestrado por Hades (Ralph Fiennes) y Ares (Edgar Ramírez), Perseo deberá desempolvar su espada y volver a ponerse la armadura: tendrá que viajar hasta el Inframundo y evitar que el titán Cronos sea liberado. En su misión, lo ayudarán el semi-dios Agénor (Toby Kebbell), la reina Andrómeda (Rosamund Pike) y el dios caído Hefesto (Bill Nighy).
Con buen despliegue de efectos especiales y asombrosos set-pieces (el Inframundo, el laberinto, el campo de batalla al final), FURIA DE TITANES 2 es visualmente impactante, pero no aporta nada desde el guión: la historia es chata, previsible, sin sorpresas. ¿Algo a favor? En comparación con la primera parte, hay menos seriedad y más humor, por obra y gracia casi exclusiva del personaje “chistoso” (el comic relief, si quieren algo más técnico): Agénor, una especie de Jack Sparrow griego medio gonca, que es en realidad hijo de Poseidón y cuyo rol se reduce a tirar unos cuantos chistes, aunque sin carisma. El intento es válido porque, cuando FURIA DE TITANES 2 se pone solemne y/o sentimental, con historias de padres e hijos o de hermanos, sencillamente apesta a rayos. Y ni hablar de la absurda ¿historia de amor?, con beso y todo, entre (SPOILERS) Perseo y Andrómeda, como si fuera obligatorio recrear el romance de la CLASH OF THE TITANS de 1981 (FIN DE SPOILERS).
Volvamos a las actuaciones: Neeson y Fiennes (este último, lamentablemente con menos tiempo en pantalla) le ponen el pecho a la fantasía e interpretan sus papeles con seriedad, inmunes al ridículo a pesar de las barbas, las capas y los rayos. Nighy brilla apenas unos minutos como el loco Hefesto: cuando empieza a convertirse en lo mejorcito del film, es retirado de la aventura por decisión de esos dioses autoritarios que son los guionistas.
El director, Jonathan Liebesman (LA MASACRE DE TEXAS: EL INICIO; INVASIÓN DEL MUNDO – BATALLA: LOS ÁNGELES), también merece un lugar en el purgatorio: si bien demuestra su pericia para algunas escenas de batalla (como al final del film o en el laberinto), hay secuencias en las que marea (como la confusa batalla contra el monstruo Quimera, al inicio). Liebesman lleva adelante la película con algunos tropezones y apurones (por ejemplo, se podría haber aprovechado más el suspenso del laberinto), pero finalmente logra el objetivo: divertir.
El efecto 3D está bien aprovechado en ciertos momentos: monstruos, escombros y cadáveres vuelan hacia los espectadores y le dan un valor agregado a la experiencia. También es para destacar el momento en que la cámara viaja hacia las profundidades del Inframundo y nos lleva en un muy bien logrado tour por las cavernas, como si fuéramos en caída libre.
FURIA DE TITANES 2 brinda buenos momentos de entretenimiento; alegra la vista, pero sin maravillar: un film aceptable que no merece la inmortalidad. Esta secuela -que nadie esperaba- supera al film original, algo que no era muy difícil de lograr. Lo importante es que, por lo menos, no te dan ganas de ponerte a rezar para que termine de una buena vez.