Lo bueno de esta película es que uno sale de la sala con el consuelo de que los problemas entre parientes suceden en las mejores familias. Incluso las de los dioses griegos.
Secuela de la primera Furia de Titanes (Clash of the Titans), de 2010, en esta oportunidad rencontramos a Perseo (el ascendente Sam Worthington), un semi-Dios que debe rescatar a su padre Zeus (Liam Neeson) de la furia de quien sería su abuelo, el titán Cronos. Al monstruoso abuelo que quiere recuperar su poder de antaño, se le suman el tío traidor Hades (Ralph Fiennes), y el hermano celoso Ares (Edgar Ramirez), que quiere vengarse de su padre por preferir al otro hijo, o sea, Perseo.
En la ficción han transcurrido unos 10 años, y Perseo vive tranquilo en su aldea como pescador junto a su hijo, hasta que su tío, el dios del mar, Poseidón, le pide que rescate a su padre Zeus (Liam Neeson), de las manos del tercer hermano, Hades (Ralph Fiennes). La mortalidad amenaza a los dioses, y la posibilidad de seguir siendo inmortales implica devolverle a Cronos (uno de los Titanes, y padre de estos tres dioses) el poder que tuvo alguna vez.
Para eso, deben extraerle ese poder a Zeus, en una especie de tranfusión de lava bastante peculiar.
Para salvar a su padre, Perseo deberá encontrar a su primo, tarambana pero redimible, Agenor (Toby Kebell), unirse a la reina humana Andrómeda (Rosamund Pike),
y así llegar hasta Hefestos (en una divertida interpretación de Bill Nighy),el creador de las poderosas armas de los tres dioses, que juntas forman la lanza de Trium,
lo único que puede derrotar a Cronos.
En la búsqueda, deberán luchar con otras criaturas mitológicas (cíclopes, minotauro), y hasta el resentido Ares, mientras Zeus se debilita cada vez más. Al principio de la película, pensé que me servirían mis precoces años leyendo mitología griega, pero no me duró mucho. De los complejos mitos griegos sólo queda la caricatura, las buenas ideas a nivel personajes y criaturas, que le sirven de alimento a un Hollywood cada vez más sediento de novedades. La fórmula probó ser exitosa en la primera parte de esta suerte de saga, y no hubo más que repetirla.
En ésta, los dioses vienen muy alicaídos: mueren, se arrepienten, encanecen, o directamente están gagá (como Hefestos que le habla a un búho metálico, y añora a su esposa Afrodita cuyo paradero no se menciona). Lo bueno es que el guión asume que se toma todo esto con ligereza: el primo Agenor parece salido de una fiesta jamaiquina, con sus rastas, y su onda despreocupada, e incluso Perseo se ve más que desconcertado ante la importante tarea asignada. Si fuera por él, seguía pescando.
El film tiene un ritmo casi episódico: cada encuentro o aventura es sucedido por un momento de tranquilidad, y enseguida otro nuevo encuentro, como si fueran capítulos de la serie Hércules unidos uno tras otro. Hay peleas y acción, aunque la historia en general no llega a atrapar. El 3D funciona correctamente, pero no es nada extraordinario (creo que después del uso de esta técnica que vi en La invención de Hugo Cabret, costará mucho que vuelva a sorprenderme).
La película es corta, una hora y media, y se agradece, porque no da para mucho más.Por momentos engancha un poco, pero el mismo ritmo hace que eso pase rápido. Un film sin sorpresas, y con una gran pregunta: ¿cómo convencieron a Neeson y Fiennes para que vuelvan a interpretar a estos empobrecidos personajes?