Let's Have Fun
Dos o tres frases marcan el espíritu de esta nueva Furia de titanes, ni tan titánica ni tan furiosa. Mi preferida es una que Poseidón le dice a Perseo (Sam Worthington) cuando le explica cuál será su papel en el rescate de Zeus, encarcelado por Hades en el fondo del infierno. Como Perseo duda de sus capacidades para enfrentar la tarea y alega que es solamente un semidios, el tío (digamos) lo tranquiliza: “Y bueno, sos un semidios, buscate otro semidios y háganlo juntos”. Es que en la lógica de Furia de titanes, del mundo un poquito ignorante y literal de esta Grecia pasada por Hollywood, dos semidioses (hijos de deidades y mortales, en realidad) suman un dios entero.
Es tonto pero es divertido, o mejor dicho: es tonto y es divertido. Desentendida por completo de todo lo que en la cultura griega, en sus mitos, pueda sonar a “cultura” en un sentido engañosamente prestigioso, a la película le interesa una sola cosa: el potencial de espectáculo, y de gran espectáculo, que hay en figuras como los cíclopes, el caballo volador Pegaso, las hidras y los dioses que lanzan sus rayos. La historia es básica y no está contada precisamente con destreza homérica: los dioses envejecen, están en decadencia y, para colmo, se oponen unos a otros; Hades como anticipé secuestra a Zeus y a Perseo, ayudado por el hijo de Poseidón, Agenor, y por la reina Andrómeda, no le queda otra que abandonar una vida tranquila como pescador en un pueblo polvoriento para ser de nuevo un héroe.
Lo extraño es que Furia de titanes está en esa nueva línea de películas épicas pero realistas (es casi un oxímoron, sí) que construyen mundos donde la fantasía quiere parecerse lo más que se pueda a la historia, por eso los personajes se visten con trapos aunque sean dioses, las sandalias se gastan con el uso y todos, sin excepción, están llenos de tierra en un paisaje seco, hecho sólo de marrones y grises (hasta la rubia y aguerrida Andrómeda aparece con la cara manchada de negro, y lo primero que hace es lavarse).
Y, sin embargo, esa voluntad realista juega muy a favor, primero porque baja a los dioses y semidioses del pedestal. Como dije, no son tan titánicos: Perseo se mantiene a duras penas erguido en un caballo volador que hace tiempo no monta, y que además le pega un alazo ante un comentario malicioso, y Zeus y Hades, interpretados por unos gastadísimos Liam Neeson y Ralph Fiennes, tienen su momento de gloria cuando salen rejuvenecidos a una lucha que es más de videojuego que otra cosa (lanzan bolas de energía con las manos y así van derribando gigantes) después de decirse, como si fuera una travesura, “Let´s have fun”.
Es que de eso se trata, y Furia de titanes está llena de cositas que la vuelven divertida en serio, desde los comic relief de Agenor y el Hefesto-científico loco salido de la galera del siempre inventivo Bill Nighy hasta la belleza clásica del ex-Carlos de Olivier Assayas, Edgar Ramírez, y la ex-Jane Bennet de Joe Wright, Rosamund Pike. La segunda sorpresa del realismo es la combinación explosiva con el CGI, que da lugar a monstruos geniales y palpables como los cíclopes o el demonio de lava que sale del infierno. Notarán que de Sam Worthington no digo nada, porque una película entretenida es capaz de soportar incluso a un protagonista desorientado, bueno para Navi y de peinado malísimo.