Después del poco exitoso acogimiento que tuvo Clash of the Titans por parte de la crítica y de los espectadores en general, parecía increíble que pudieran apostar por una segunda entrega de este mundo tan poco relacionado con la mitología clásica que aprendimos en la escuela. Sin embargo debo confesar que aun cuando no la esperara con ansias, Wrath of the Titans me generó tras los tráilers e imágenes promocionales, un poco de curiosidad. Y ciertamente no la pasé mal viéndola pero ¿la pasé bien por el film en sí o porque finalmente terminó siendo una hipérbole tan desmesurada e inverosímil que fue imposible no divertirme gracias a ello?.
Todos sabemos lo exagerado que puede ser el cine más palomitero de Hollywood. Ver cualquier película de Roland Emmerich como Independence Day o The Day After Tomorrow son un ejemplo de cuán inverosímil puede ser una historia. Caos desatado en un tiempo récord imposible, discursillos moralizadores o alentadores, héroes ocasionales inquebrantables. Y aunque el guión sea una pésima sucesión de alocadas situaciones que cuestan creerlas como posibles, no podemos negar que si no nos ponemos exigentes la podemos pasar de maravilla mientras predomine el ritmo, algún par de gags graciosos, algún personaje llamativo. El problema es que hay que ser muy hábil para caminar por el delgadísimo límite entre lo divertido y lo realmente ridículo y en eso no podemos negar que el cine de Emmerich nunca se ha tomado a sí mismo en serio. Asique principalmente el problema de esta segunda parte de los Titanes dirigida por Jonathan Liebesman es que justamente intenta por momentos darnos a entender que no se quiere tomar muy en serio pero falla en demostrarlo por completo.
Los primeros cuarenta minutos del film prometen que ciertamente la segunda parte será muy superior a la primera, aquella dirigida poco satisfactoriamente por Louis Leterrier, pero esa superioridad viene exclusivamente dada en su aspecto visual. Mejores escenas de acción, mejores monstruos amenazadores, mejores esfuerzos por una calidad más creativa que aquella a la que a último momento trataron de llevar al 3D, pero el guión termina siendo tan ridículo por momentos que me atrevo a decir casi como hereje cinéfila que me quedaría con la primera antes que con esta; salvo claro, que uno sea el que personalmente no se la tome muy en serio y decida disfrutarla como lo que es: un sinsentido argumental lleno de acción.
A medida que corre el tiempo es imposible no empezar a hacer comparaciones graciosas para no perder los estribos, el primer revoleo de ojos del espectador se da con el punto de partida de la historia: los mortales ya no les rezan a los dioses y por ende estos se están debilitando y desapareciendo, cosa que evocó en mi mente aquella fantasía a punto de desaparecer de The Neverending Story o aquella inmensa figura de Cronos cuya voz y movimientos me inspiraron recuerdos de aquel gigante de Jengibre en Shrek 2. Y si las actuaciones de Liam Neeson y Ralph Fiennes no eran de las más destacables en la primera entrega, muy a mi pesar debo admitir que en esta directamente, y sobre todo en la última media hora del film, son incluso hilarantes. Se puede ser un actor genial, y ellos nos lo han demostrado en incontables ocasiones, pero no se puede ser un mago- mucho menos un dios poderoso- cuando el guión es una inconmensurable lista de ridiculeces.
Comentar cada uno de los puntos de esa lista sería injusto porque tendríamos que indiscutiblemente caer en spoilers, tratar de entender ciertas elecciones del director, o más bien del guion, como el pesonaje de Ares, por ejemplo, más cercano a un terminator que a un dios celoso e iracundo, es caer en terreno cenagoso pues desde el vamos sabemos que poco tienen en común los personajes mitológicos que conocemos que estos que nos ofrecen las dos entregas de los Titanes. Incluso las escenas en que el film intenta mechar con momentos de gracia, mayormente centrados en los personajes de los siempre adorables Toby Kebbell como Agenor y Bill Nighy como Hephaestus caen en estereotipos demasiado reconocibles y por ende fallidos.
Wrath of the titans hubiera sido indudablemente mucho más sabrosa si no se tomase tan en serio a sí misma, algo así como una Indiana Jones de la mitología. Se reconocen los esfuerzos por brindar algo mucho más elaborado que la anterior pero lamentablemente queda en eso, buena intención sin demasiados resultados.