Titanes y dioses a repetición
Hay secuelas que precisan que el espectador haya visto la antecesora, como para que pueda situarse en el contexto, seguir a los personajes y sus historias, como El padrino II o Terminator 2. Pero también están las que funcionan como molde a repetición, repitiendo los acontecimientos de la primera parte en otro ámbito, por lo general más amplio y espectacular, al estilo Mi pobre angelito 2: perdido en Nueva York o, más recientemente, ¿Qué pasó ayer? Parte II. Se podría decir que en los primeros casos se puede avizorar una mayor chance enriquecimiento del universo en cuestión, procurando convertirlo en una saga en vez de una simple franquicia, aunque no se puede decir que esto funcione a la manera de un axioma.
Pues bien, Furia de titanes 2 intenta por momentos entrar por la primera vertiente, pero al final se va inclinando por la segunda, buscando darle un poco de espesor a los personajes, aunque lo que termina imponiéndose es la pulsión por adjudicarle espectacularidad a las escenas de acción y lucha. Hay una evidente progresión en los aconteceres de los protagonistas: Perseo (Sam Worthington), que quiere olvidar un poco esa condición de semidiós, intenta vivir una existencia común y corriente como un pescador con su hijo Helius, pero los dioses vuelven a encontrarse en problemas. Y los problemas son peores que nunca, porque Cronos, padre de Zeus (Liam Neeson), Hades (Ralph Fiennes) y Poseidón (Danny Huston), ha hecho un pacto con el segundo de sus hijos y Ares (dios de la guerra e hijo de Zeus, encarnado por Edgar Ramírez), con lo que está a punto de liberarse de su prisión en el Tártaro, amenazando con desatar el infierno en la Tierra. Entonces Perseo debe calzarse nuevamente su armadura, aliarse con el hijo de Poseidón, Agenor (Toby Kebbell), y con Andrómeda (Rosamund Pike), y salir a repartir espadazos. Y uno (como en el caso de quien escribe) podrá no haber visto el primer film, pero sabe que lo que importa de verdad es lo concerniente a las batallas a gran escala, al puro entretenimiento.
La cinta de Jonathan Liebesman entrega lo que pide su público y tiene una ventaja sobre otros exponentes del género épico, que es cierto grado de autoconciencia y humor, en especial a través de los personajes de Agenor y Hefesto (Bill Nighy). Esto le permite, a su vez, desarrollar mejor los vínculos familiares trágicos entre Perseo, Zeus, Hades y Ares, con todo su entrecruzamiento de lealtades, traiciones, rencores, que no dejan de tener cierto espesor. A esto ayudan mucho Neeson, Fiennes y Ramírez, que se toman sus papeles en serio, pero tampoco tan en serio, dándose cuenta de para qué están y lo que necesita la película.
Igual, Furia de titanes 2 muestra varias deficiencias en la sucesión de acontecimientos, yendo de una pelea a otra, de una secuencia espectacular a otra más espectacular, sin detenerse con paciencia en lo que va narrando. Esto se ejemplifica claramente a través de las diversas criaturas con las que se enfrenta Perseo: la Quimera, el Minotauro y los Cíclopes aparecen simplemente como excusa, y no tienen ninguna clase de entidad como personajes, a pesar de toda la mitología previa que los rodea. Incluso Cronos, ese dios todopoderoso, que es el que desencadena toda la trama, termina siendo apenas un gigantote de fuego que dice con voz gruesa “Haaadesss” o “Zeeeeussss”. Ajá, que impresionante. ¡Caramba, que falta de imaginación!
Aún así, Furia de titanes 2, dentro de sus limitaciones, cumple lo que se propone, sin dejar de exponer los alcances y límites de su género. Ni mucho ni poco, apenas lo suficiente.