¡Libéranos, Kraken!
Esta película debería haber sido una comedia. David Zucker en sus mejores épocas, y con un presupuesto mejor aprovechado, seguramente hubiese hecho algo más memorable que esta basura. Los pocos momentos cómicos de Furia de titanes, no logran esbozar apenas la mínima sonrisa: para cuando vienen los esporádicos chistes, uno quisiera que Zeus se canse y large al Kraken y se acabe la película. Para peor (y esto no es spoiler de nada: dos poster y el trailer bastan para figurar todo lo importante que va a acontecer en el film) cuando el dios del Olimpo finalmente decide largar a la bestia, imploramos que los proximos en ser liberados seamos nosotros, pero de la sala del cine.
No me interesa reprocharle a la película cuan fidedigna es o no con la mitología griega (después del advenimiento de los minotauros, hidras, y demases, a la cultura popular juvenil con los videojuegos, todos son "expertos") sino lo pesada que se vuelve en sus dos horas de duración. Lo que voy a buscar cuando una película se titula Clash of the titans, es una carnicería, un choque furioso y tremebundo entre humanos y monstruos míticos. Algo memorable. Uno de esos trash-films que uno puede ver y volver a ver. En cambio, me tengo que conformar con un montaje rápido que trata de darnos a entender que las criaturas computarizadas y los humanos sobre pantallas verdes se están matando. O algo así.
Louis Leterrier es un director francés for export. Sus obras más conocidas son la segunda parte de El transportador y El increíble Hulk. Ahora más que nunca se suma a la lógica de: que-no-se-entienda-nada-pero-que-parezaca-acción. Si bien la película de Ray Harryhausen, que inspiró esta remake, no es muy buena (para quien escribe, apenas podría decir que es buena), los muñequitos de plastilina en stop-motion (aplastados en su momento por los AT-AT de El imperio contraataca) generan cierta empatía hoy en día. Nada que ver con cualquiera de las decisiones estéticas de Leterrier: desde las manifestaciones divinas (CGI, carentes de todo lo que hacía "clásico" al cine de Harryhausen), pasando por cualquier set-piece o pieza de vestuario (uno nunca tiene la sensación de ver un grupo de soldados de Argos, sino a un grupo de extras barbudos), hasta la armadura de Zeus, una vomitiba bola de boliche que más bien parece un viejo televisor Magnatech mal sintonizado.
Supongamos que alguien lee esta review y quiere saber de qué trata Furia de titanes, y supongamos que este crítico no quiere hablar de lo vergonzo del guión, de cómo se resuelven los problemas (y cómo se generan). Entonces, uno tendría que hablar de algo así: Sam Worthington el avatar/marine, humano/máquina de Avatar y Terminator: La salvación es ahora un humano/semidios. No se dejen engañar: a pesar de la cara de bronca que simula tener todo el tiempo, Worthington es un tipo carismático. De madera (y acá va más valoración para Avatar) pero un héroe de acción. Como sea, Perseo quiere vengar a sus padres, muertos por la intervención divina (de Hades, el dios del inframundo) y además, puede probarse y salvar a la ciudad de Argos del caos total cuando Zeus libere al Kraken. El elenco lo completan Oskar Schindler y Amon Goeth como Zeus y Hades (o Liam Neeson y Ralph Fiennes), Gemma Arterton (la chica de los 5 segundos de fama en Quantum of solace) y Mads Mikkelsen como el desconfiado Draco. Estos son parte del grupo que lo acompañará en la travesía. Están además los extras que sirven para morir, y dos cazadores que tratan de ser el alivio cómico (que Leterrier maneja sin pulso, algo que sabía hacer Sommers en las dos primeras partes de La momia).
El viaje los encontrará con criaturas computarizadas, escorpiones gigantes, seres sin carisma, brujas que practican la futurología (y deben ser parientes del hombre pálido de El laberinto del fauno) y algún rey deforme. Nada más. Si uno espera minotauros, centauros, titanes colosales y acción, mejor que alquile Hércules, la película animada de Disney.
Si hay algo por lo que Furia de titanes será recordada es por su utilización del 3D. Cuando todavía a James Cameron le cuesta convencernos de que el 3D no es el resurgimiento de una simple atracción de feria con el único fin de acrecentar ganancias, Furia... se encarga de confirmar todos los males de este sistema. Realizada en 2D, convertida en postproducción a 3D, la imágenes horrendas que vemos en pantalla parecen sufrir parte del mestizaje de su protagonista. Por un lado, hay claros efectos (al principio y al final) como para justificar la conversión al 3D. Por el otro, todo el film es tan chato, carente de profundidad y de imaginación, que uno se pregunta por qué nadie en la postproducción pensó primero, en tratar de pasarla a 1D.