¿Por qué tan serio, Hollywood?
Les voy a ser sincero de entrada, y quizás con esto pierda algo de credibilidad como crítico, pero me encantan las grandes producciones hollywoodenses. Sí, es cierto, fui al Bafici y me vi algunas películas “arties” (aunque no la ridícula cantidad que el resto de mis colegas de este sitio vieron) pero mis preferencias siempre se inclinaron hacia el mainstream. Desde que vi por primera vez Batman de Tim Burton cuando tenía seis años que mis pasiones de chico se volcaron hacia la aventura, lo fantástico, los superhéroes y la acción. Creo que vi Indiana Jones y los cazadores del arca perdida más de veinte veces, y ni hablar de El Imperio Contraataca, Terminator, Matrix, El Hombre Araña 1 y 2 (prefiero ignorar la 3), y todas las sagas de Mad Max, Alien, Duro de Matar y Arma Mortal. Pero más allá de estos gustos, lo que me encanta es ver estas películas en el cine, y si la sala está llena, mejor. La idea de compartir una experiencia en común con un grupo numeroso de extraños que sienten la misma expectativa que yo antes de que empiece la película es algo increíble. Nunca voy a olvidar cuando fui el día del estreno a ver Episodio 1: La amenaza fantasma. La película terminó siendo un desastre, pero la energía dentro del cine era algo incomparable.
¿A qué viene todo esto? El problema es que de a poco siento que estoy perdiendo esa pasión que tengo por los Blockbusters. Ya sé, es algo común a toda persona que ve más y más cine a lo largo de los años. Uno crece y se va poniendo más cínico, empieza a perder esa inocencia que siempre llevaba adentro a la hora de entrar en el universo fantástico de la ficción cinematográfica. Pero no creo que sea sólo eso, el problema es que actualmente Hollywood se olvidó de lo que era divertir a su audiencia. Hay una cualidad que tanto los Indiana Jones como los Star Wars del universo cinematográfico compartían y que ahora se encuentra completamente perdida, y esa cualidad se llama encanto. ¿Por qué en Hollywood parecen pensar que la seriedad y la solemnidad equivalen a calidad? Ya sé que estamos a años luz del Robin Hood de Errol Flynn, ¿pero es demasiado pedir un poco de encanto y humor en los héroes de hoy día? Ahora son tipos torturados, que quieren vengar la muerte del padre, la madre, el cuñado o quien sea, y no parecen pasarla bien dentro de la pantalla. Y por ende, nosotros tampoco. Ahora bien, hay ejemplos donde la solemnidad es bienvenida, tal es el caso de las ultimas Batman de Christopher Nolan, pero en este caso estamos ante un realizador que sí sabe caminar la cuerda floja entre dicha seriedad y el tono camp que las producciones de superhéroes inherentemente suelen tener.
El ejemplo claro de este problema actual del cine pochoclero se puede ver claramente en la nueva versión de Furia de Titanes. Recuerdo haber visto la película original de 1981 hace poco. No es una obra de arte, pero entre los efectos especiales prácticos creados por el genial Ray Harryhausen y una historia sencilla acerca de un héroe llamado Perseo que debe matar a un monstruo gigante para salvar a la princesa que ama, el relato se puede disfrutar y no hace mal a nadie. Todo lo contrario a esta pésima versión dirigida por Louis Leterrier (el mismo de otra joya de la solemnidad, El Increíble Hulk). Acá no hay ni capacidad de asombro ante las criaturas (excesivamente digitales, otro problema del mainstream actual), ni ganas de divertir a nadie, ni nada. El Perseo versión 2010 es un tipo que está todo el tiempo enojado con el mundo y que ni siquiera se maravilla cuando su padre, el dios Zeus, le regala un caballo con alas para que se embarque en su aventura ¿Se puede saber qué le ven los productores de Hollywood a este tal Sam Worthington? Ya es la tercera película que este muchacho me arruina, con sus bíceps armados y su cara de culo constante.
Quizás sea muy naif al esperar demasiado de Hollywood, ya lo sé. Muchos me dirán la clásica frase, esa de que “la industria está dominada por ejecutivos millonarios que de cine no saben nada y lo único que les interesa es ganar plata a toda costa” y lo entiendo. Pero ahí está también J.J Abrams con Star Trek, o Jon Favreau con Iron Man, o Guillermo Del Toro y su Hellboy, o el mismo Chris Nolan, para demostrar que todavía hay que tenerle fe al cine pochoclero, aunque lamentablemente se cuentan con los dedos de la mano estos ejemplos ¿Y saben qué es lo peor de todo? Que pese a toda esta queja, voy a seguir yendo a ver estas películas el día de estreno, y así seguir alimentando dicha mediocridad. Este jueves ya me anoté con Iron Man 2. Ojala Favreau y Robert Downey Jr. me conviertan en un creyente nuevamente, pero hoy en día me sobran motivos para desconfiar.