Hermanos por siempre
Gabi on the Roof in July (2010) es la tercera película del ciclo Tres: un ciclo de la compañía Tren compuesta por tres films del nuevo cine independiente que abordan el tema de la juventud. Así como Flores del mal (Le Fleur du mal, 2010) lo hace en Francia y Tilva Ros (2010) en Serbia, el film de Lawrence Michael Levine se sitúa en New York, e intenta representar un momento en la vida de Gabi (Sophia Takal), una joven veinteañera artista y mentalmente abierta a la experimentación, desprejuiciada y ávida por burlar los tabúes sociales.
Gabi, una atractiva joven de veinte años, viaja a New York durante sus vacaciones para quedarse en la casa de su hermano Sam (Lawrence Michael Levine), un artista plástico con escaso trabajo. Este, a su vez, vive con dos amigos y tiene una conflictiva relación con Madeline (Brooke Bloom). Gabi estudia arte pero no quiere ser artista, pues rechaza “la concepción burguesa del arte como algo separado de la vida”. Sam tratará de enderezar a su hermana y Gabi boicoteará dichos intentos. Tiene una relación con una chica pero experimenta sexualmente con hombres, los amigos de Sam, e incluso lo intenta con su propio hermano. La relación entre ellos es clave en el film y ambos funcionan como sus propios espejos.
Lo interesante del cine denominado independiente suele ser su otra mirada, aquella que el cine comercial prefiere evitar o, al menos, mostrar de forma más sutil y vendible. Desde aquí se puede leer el film, pues lo raro, lo otro, lo distinto está presente desde el inicio: su protagonista se proclama lesbiana, feminista y antiartista y tiene una ambigua relación con su hermano; los demás personajes están, o fuera del sistema, o bien tienen algunas cualidades de perdedores. Este universo puede ser retratado por cualquier tipo de cine, pero la construcción de esa mirada, de ese otro universo necesita de un director dispuesto a superar la convención y los prejuicios. Sin llegar a los extremos, claro está, pero sí intentando independizarse de lo ya conocido.
La película también ahonda en otros conflictos como la inestabilidad de los vínculos amorosos, no solamente en la juventud y la padecida madurez. La banalidad con la que el director retrata esto es sólo aparente. El film está atravesado por una constante incomodidad, algo que Levine hace sentir con la incansable cámara en mano y las imágenes fuera de foco. La forma de lidiar con los demás, con el afuera y con la sociedad que tienen los personajes es descentrada, desequilibrada. Y allí está la cámara para reafirmarlo (si bien por momentos se parece menos a un recurso y más a un cliché del cine independiente).
Si Sam desea enderezar a su hermana, Gabi quiere todo lo contrario, pero su relación traspasa los límites de la fraternidad. Y sobre eso es el film: todos los personajes, deseándolo o no, encuentran su límite. De esos choques (o aprendizajes) perpetuos que tiene la vida trata esta película.