Gabor

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

“Gabor” devuelve el placer del cine

He aquí una de esos pequeños placeres que justifican la existencia del cine y el precio de la entrada. Injustamente, no se da todos los días. Hay que aprovechar la oportunidad, como viene enseñando el cine de Sebastián Alfie, un joven profesional surgido del taller de Martínez Suárez y ahora instalado en España, donde tiene una pequeña empresa de cine publicitario.

Antes de irse, el muchacho había dejado el buen recuerdo de un cortito delicioso, "Abrázame así, donde su abuelo contaba cómo conquistó a la abuela. Un compendio de originalidad, gracia, homenaje a los mayores y habilidad narrativa. Ahora volvió, con un "making off" también delicioso y de similares méritos, donde un veterano cuenta, o más bien muestra, cómo conquista a la vida aún en medio de su desgracia.

Ocurre que Ojos del Mundo (Ulls del Món), una Ong catalana dedicada a prevenir la ceguera, y eliminarla si es posible, le había pedido a Sebastián Alfie un corto relativo a operaciones de la vista en un hospital boliviano. Para rodarlo, fue a alquilarle equipos a un técnico húngaro de nombre Gabor Bene, un trotamundos lleno de experiencias no siempre recomendables pero generalmente disfrutables, que llegó a ser un calificado director de fotografía. El hombre ya tenía su lugar conquistado, y su hogar, hasta que una repentina ceguera, de la que nunca pudo recuperarse, lo obligó a dejar la profesión, hace de esto ya diez años largos.

Ahora Gabor alquila equipos, ejercita la memoria, hace chistes, pasea con su perro, y de vez en cuando comenta, sin darse lástima, "A veces sueño que todavía ilumino". ¿Adivina el lector a quién contrató Alfie para que haga la fotografía de una película sobre ciegos que recuperan (o no) la vista?

Increíblemente, el corto se hizo. Y también el film que muestra cómo se hizo. La aventura del rodaje, los desafíos cotidianos, los otros ciegos a la espera, la joven doctora en cuyas manos está la posible solución, como en las manos del viejo operador está la posibilidad de mostrar al mundo esa operación. Lo que pudo ser simple disparate, locura irresponsable, ha fructificado en una hermosa obra, pintoresca, divertida, y finalmente emotiva, sobre la capacidad humana de aceptar desgracias, superar limitaciones, mantener la alegría. Y ahora el espectador va con esta gente por el altiplano, de sorpresa en sorpresa, admirado y regocijado, aprende unas cuantas cosas, y termina agradecido. Vale la pena.