Un plan perfecto y toques de vivacidad
No hay demasiado lugar para analizar profundamente a esta película cuyo guión es de los hermanos Coen. Actúa o se nos muestra como un producto comercial en donde lo esencial resulta entretener al espectador (aunque no a escalas muy elevadas) a base de algunos que otros momentos chispeantes y ciertas transiciones caricaturescas, al igual que la personificación del individuo interpretado por Colin Firth.
Aquí, nuestro protagonista es algo así como un experto en materia de arte, un restaurador, que maquina una idea bastante prolija basada en estafar al hombre más rico de Inglaterra vendiéndole una copia artesanalmente creada por su compañero de una prestigiosa pintura. Para ello, contrata a una paisana encarnada por Cameron Diaz, a fin de hacerse pasar por la nieta de quien halló tamaña obra a finales de la segunda Guerra Mundial.
Esta remake está caratulada como comedia aunque no suscite una buena dosis de humor, sino pasajes en los cuales el público puede solo llegar a sonreír. Funciona si de pasar un rato ameno se trate, y el aspecto visual ayuda a hacernos más llevadero todo, a base de una buena dirección y determinados recursos, pero no logra ocasionarnos, en las escenas en las que más tensión se le podría imprimir, esa sensación de incomodidad divertida que pedían a gritos dichas secuencias.
Curiosamente, cuenta con la particularidad de permitirnos saborear unas dulces cucharadas de vueltas de tuerca inesperadas que terminan inflando algo más su score final.
LO MEJOR: entretiene, buenos giros. Algún que otro gag pasable.
LO PEOR: si la hubiesen también dirigido los Coen probablemente hubiese sido mejor. No conecta de lleno al público.
PUNTAJE: 5,3