Un triunfador nada correcto
Tres vías narrativas confluyen en la ambiciosa estructura dramática de Gato negro, ópera prima de Gastón Gallo. Por un lado, la construcción del personaje central, Tito (Cáceres), desde su estadía natal en Tucumán, recorriendo décadas de nuestra historia y edificándose como centro neurálgico del relato.
Por el otro, el contexto económico y político, que se manifiesta a través de breves pinceladas e información rutinaria. El último vértice, por su parte, se relaciona con la invasión de personajes secundarios de escaso o nulo peso dramático, condicionados por el guión en forma estereotipada y sin demasiados matices. Tito crece como personaje, modifica el comportamiento en relación con los otros y se acomoda a una determinada sociedad por medio de su afán de no ser alguien parecido al resto. En ese punto, Gato negro presenta a una criatura particular, alejada de lo políticamente correcto, que solo confía en su capacidad para alcanzar el triunfo personal. Pero el entorno y el coro que lo acompaña actúa de manera contraproducente: son paisajes minusválidos y meros esquemas que terminan invalidando la construcción del centro del relato.
Probablemente, esto se deba a la misma ambición narrativa que opera en el desarrollo de la historia. En ese sentido, Gato negro pelea con su propia omnipotencia: abarca cuatro décadas de la historia argentina como si fuera un manual para iniciados en el tema, con personajes que recitan textos "fechados" por la pereza y el aspecto discursivo. El segmento inicial, en cambio, resulta el más interesante, ya que allí la película puede desarrollar el conflicto de niñez de Tito, la turbia relación con su hermano y la ausencia de la figura paterna. En esos momentos, todavía no se pretende acumular personajes desvaídos e historias con poco sustento dramático. Son esos instantes en donde la película aún no refleja que sus materiales ameritaban una extensión y reflexión mayor sobre temas y situaciones. Pero ya es tarde, ya que la elección de un tono didáctico, donde lo casual y lo causal aparecen combinados de manera forzada, provoca que rápidamente se olviden las ocasionales virtudes del inicio.