Icono de la cultura popular argentina, Antonio Gil Nuñez (más conocido como “El Gauchito Gil”), está atravesando lo que parece ser una especie de explotación cinematográfica en torno a su figura. Desde documentales, pasando por películas ficcionales como “Un Gauchito Gil” (2018), de Joaquín Pedretti, “Gracias Gauchito” (2018), de Christian Jure y un poco más atrás, “El Gauchito Gil: la sangre inocente” (2006), de Ricardo Becher. Es cierto que el abordaje de todas ellas es bien distinto, pero es llamativo el gesto de elegirlo a él, y no a otro. Hay decenas de personajes populares e icónicos, ¿por qué el Gauchito Gil?
Me atrevo a deslizar algunas teorías. Primero, porque se trata de una figura muy representativa del interior del país, lo que permite de alguna forma una mayor aceptación para conseguir salas. En segundo lugar, y ya en un aspecto más cinematográfico, se puede decir que permite introducir los códigos del western, uno de los géneros elementales en el inicio del cine argentino.
Esta nueva versión está dirigida por Fernando del Castillo, un cineasta correntino. Y eso me parece interesante, porque se trata de la visión de un realizador propiamente del interior del país, que se acerca a una figura que nació en su misma provincia, Corrientes. El cine nacional necesita nuevas voces, y con nuevas voces no nos referimos solo a directores jóvenes (o nuevos), si no a una mayor cantidad de realizadores de otras provincias (que obviamente los hay). El cine argentino sufre de una centralidad enorme, en la que todo lo que nos parece llegar es demasiado porteño, incluso cuando se trata de retratar la vida en el interior, luce impostado y poco creíble. Y en ese sentido “Gauchito Gil” produce un acercamiento más genuino y natural.
El disparador es el de un hombre que vuelve de la guerra a su pueblo. Ese hombre es el Gauchito Gil, y esa guerra es la de la Triple Alianza. Este titular es el básico con el que comienzan gran parte de los westerns. Entonces “Gauchito Gil” rápidamente se inscribe allí, en las reglas del género. No hay grandes desplazamientos, ni mayores riesgos en esta propuesta sólida, prolija a nivel formal, pero que no va mucho más allá de lo esperable.
Se pincha algo del orden de lo fantástico, con momentos oníricos y videncias, pero lo que prima a grandes rasgos es una producción bien gauchesca, con una historia de amor que sostiene la trama. La idea de combinar lo fantástico con el realismo, no termina de ensamblarse del todo. bien. Fernando del Castillo, en este sentido, no se anima a jugársela por la vía que va a tomar, y el resultado final es un tanto confuso. A pesar de ello, estamos ante una producción interesante y ambiciosa para el cine nacional. Siempre es celebrable encontrar voces que diversifiquen y exploren el interior del territorio nacional. La película se encuentra disponible en la plataforma de CINE.AR.