El santo correntino viene teniendo una rara evolución postmortem. De gaucho bueno, creyente humilde, capaz de bendecir a su verdugo, se está convirtiendo en un recio y resentido justiciero social que anda a los tiros sin ningún espíritu religioso. Dicho en cine, del corto “La cruz Gil”, de su paisano Víctor Benítez, con fotografía de Tristán Bauer, y el documental “Antonio Gil”, de Lía Dansken, al agitado “Gracias, gauchito”, de Christian Jure, el preciosista “Un Gaucho Gil”, de Joaquín Pedretti, y el film que ahora vemos, agitado, preciosista, sentencioso, medio confuso, con vocación lírica entre Favio y Patroni Griffi, cuidada fotografía de Mauricio Heredia, paisajes de Paso de los Libres y alrededores, y protagónico de Roberto Vallejos, que ya hizo de Moreno en “Cabeza de Tigre” y de Firmenich en “Operación México” (dos trabajos revisionistas dignos de atención). Acompaña este nuevo relato un epígrafe donde se advierte que la obra está “basada en el saber popular y en la libre interpretación del director” Fernando del Castillo, también a cargo de guión y montaje. Correntino de origen.