En lo que va del milenio pudo observarse una creciente atracción por la figura de Antonio Gil Nuñez, más conocido como el Gauchito Gil. Una atracción que trascendió los límites de la devoción popular que detenta hace décadas para ser también objeto de interés de la cultura popular, de la literatura y también del cine argentino de los últimos años. Haciendo una recolección breve, y sin ánimo de ser exhaustivos, se pueden mencionar un puñado de películas que abordan de maneras diferentes al personaje. Documentales sobre el culto a su figura como El último refugio: Gauchito Gil (2011) de Pablo Valente o Antonio Gil (2013) de Lía Dansker, ficciones que lo tienen como protagonista como Gracias Gauchito (2018) de Cristian Jure, y otras que lo toman de manera lateral pero fundamental a la trama como El gauchito Gil: La sangre inocente (2006) de Ricardo Becher y Tomás Larrinaga o Un Gauchito Gil (2018) de Joaquín Pedretti. En la misma línea que el film de Jure, Gauchito Gil, opera prima de Fernando del Castillo, lo aborda desde la ficción, desde el género y opta por la versión mítica del personaje. Se trata de la puesta en escena del Gauchito Gil que está en el imaginario colectivo antes que del personaje histórico aunque parta también de este.
Tras una breve introducción donde se ubica el pasado de Gil como soldado en la Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay y, estableciendo ya desde entonces su carácter de héroe, el film se va a concentrar en los últimos días de su vida cuando, llegado de la guerra para establecerse en su pueblo de Corrientes, cae en desgracia con la autoridad local, es forzado a convertirse en prófugo y es perseguido hasta el final por todos conocido. En el medio se producen sus hazañas, sus actos de arrojo, generosos, heroicos y hasta milagrosos, y se va dando forma al personaje que ya en ese momento es querido y protegido por la gente, empieza a adquirir su carácter mítico y será con el tiempo objeto de devoción popular. Del Castillo cuenta la historia del Gauchito desde los códigos del western, un género que también tuvo un renovado interés en el cine argentino reciente y una relectura adaptada a la geografía y la historia local.
Ubicado entonces desde su versión local del western, Del Castillo imprime la leyenda y no es tímido en esa vía, toma esa opción y la sigue con una convicción que traslada a la puesta en escena. Las escenas de acción remiten al género al igual que la música a la Morricone, hay escenas oníricas, alucinatorias y que sugieren el orden de lo fantástico, y villanos sólidos interpretados por Claudio Da Passano como el Coronel que lo manda perseguir y Santiago Vicchi como el ladero de este y quien sale a la cacería del prófugo. Roberto Vallejos se pone en la piel del gaucho legendario, valiente, noble y desprendido. Un personaje que ya es prácticamente un santo en vida, que ya posee elementos sobrenaturales antes de morir y está al tanto de los mismos antes de su ejecución, quizás consciente también de su destino de estampa.
Hay también algunos elementos fallidos: El melodrama se pone excesivo, la música por momentos subraya demasiado y los diálogos algunas veces son naturales y creíbles mientras que otras resultan artificiales e impostados. Hay sin embargo una consistencia que hace que ciertas escenas, como cuando le disparan casi a quemarropa sin que le acierten un tiro, funcionen justamente por mantenerse fieles a la idea inicial de presentar el mito antes que la versión supuestamente realista. Por el mismo motivo decepciona cuando no lo sostiene, como en la escena en que Gil ya prófugo y en medio de una fiesta se pone a bailar con su esposa muerta. Podría ser un sueño, una alucinación, incluso el fantasma de la difunta. Cualquiera de esas opciones podría haber funcionado sin necesidad de explicarlo como se hace cuando finalmente se lo muestra saliendo del trance para darse cuenta que está bailando solo, como preguntándose qué acaba de pasar.
La representación del Gauchito Gil amenaza convertirse en un terreno transitado. Del Castillo, correntino de origen, lo encara a su manera, a través de los géneros, del melodrama, el western y también con una deuda a a clásicos nativos como el Juan Moreira (1973) de Leonardo Favio sobre todo en su último tramo. Y lo hace también creyendo en la potencia del mito. Según el mismo realizador declara, la idea es además dar cuenta de otros tantos gauchos que, al contrario de Antonio Gil, permanecieron anónimos pero también fueron rebeldes y se levantaron contra la injusticia. No se trata de una investigación periodística ni de una mirada académica sino de una que es intrínseca al cine.
GAUCHITO GIL
Gauchito Gil. Argentina. 2020
Dirección: Fernando Del Castillo. Intérpretes: Roberto Vallejos, Claudio Da Passano, Paula Brasca, Santiago Vicchi, Éstel Gómez, Gerardo Maleh, Marta Lugos, Federico Nicolás Alegre. Guión: Fernando Del Castillo. Fotografía: Mauricio Heredia. Montaje: Fernando Del Castillo. Música: Nicolás Del Castillo. Dirección de Arte: Gabriela Agüero, Aixa Torres. Dirección de Sonido: Agustín Del Castillo. Producción: Jorge Poleri, Fernando Del Castillo. Producción Ejecutiva: Jorge Poleri. Jefe de Producción: Fernando Méndez. Duración: 90 minutos.