En su segunda película, el director Édouard Deluc nos introduce en un período de la vida del pintor francés Paul Gauguin, aquel en el cual se establece en Tahití, en la Polinesia Francesa. Estamos en 1891. El artista (Vincent Cassel) siente un profundo hastío por la vida convencional y superficial que lleva en París, por lo cual no halla inspiración para pintar. Con el objetivo de renovar su arte y encontrarse a sí mismo, se exilia en Tahití, abandonando a su familia, ya que su esposa decide no acompañarlo en esta aventura.
Gauguin se instala en una aldea, lejos de la capital, y comienza a pintar de forma desenfrenada. Se sobrepone a la pobreza, la soledad y la enfermedad cuando conoce a la joven nativa Tehura (Tuheï Adams), de quien se enamora perdidamente. Ella se convierte en su esposa y en la modelo de sus grandes cuadros. El pintor parece renacer, está efusivo, se siente fuerte, está feliz. Su arte se retroalimenta gracias a su relación con Tahura. Se redescubre a sí mismo en su contacto con la naturaleza y con los nativos. Sin embargo, los buenos tiempos se acaban debido a que en la última etapa de su estancia en la isla, el vínculo de Gauguin con su esposa se deteriora cuando Tahura es cortejada por un joven nativo.
El tema central en el cual el realizador pone el foco es la ruptura de los cánones morales y estéticos de la civilización occidental, que Gauguin produce a partir de su arte y su estilo de vida en la isla. De la prisión asfixiante que vivía en Francia pasa a un estado puro y salvaje en el cual transforma el arte establecido en un arte romántico y rebelde sin ataduras de ningún tipo.
El guion, escrito por el propio Deluc junto a Étienne Comar, Thomas Lilti y Sarah Kaminsky, se basa en el diario de viaje que el pintor publicó en una revista francesa. Si bien los lineamientos generales de la historia son satisfactorios, el relato no termina de conmover ni convencer, le falta fuerza, contundencia. Esto se debe a que el periplo de Gauguin en Tahití podría haberse explotado mucho más a nivel narrativo, haciendo énfasis en la fase introspectiva del artista, en su viaje interior.
Sin duda, el filme alcanza su punto cumbre gracias a su protagonista, Vincent Cassel, en uno de los mejores trabajos de su carrera, quien en un auténtico tour de force interpretativo compone con total entrega todas las facetas del complejo personaje: el débil y enfermo, el exaltado y apasionado. Tuheï Adams lo acompaña correctamente, mostrando la dulzura y la delicadeza de Tahura. La fotografía de Pierre Cottereau realza con justeza los bellos paisajes de la isla mientras que la música de cuerdas de Warren Ellis subraya acertadamente los tramos más salientes de la película.