Pasional, de carácter fuerte, Paul Gauguin dejó su empleo como corredor de bolsa, su mujer y sus hijos (el último de sólo dos años) para embarcarse rumbo a la Polinesia Francesa, allá en el medio del océano Pacífico. Muchos le costearon el pasaje de ida. Quizás algunos esperaban que no volviera. En cambio, él esperaba encontrar la infancia de la humanidad, la pureza de lo primitivo que acaso aún se conserva en esos lares lejanos.
Ciertamente encontró sinsabores, desilusiones, angustias, enfermedades, pero también el impulso de una nueva etapa creativa, la sensación de haber tocado el paraíso, y un hijo más, ahora con una nativa de apenas 14 años. Quedará luego un libro de recuerdos y reflexiones, "Noa Noa", algo así como "muy perfumado" (hay edición en español) y un lote de pinturas fascinantes, dos de las cuales hoy integran el patrimonio del MNBA de Buenos Aires.
Esta nueva versión del famoso viaje del pintor a Tahití se guía por el libro, pero no lo transcribe. Más bien intenta mostrar el esfuerzo físico, la tortura interior, el anhelo de comunicación con una sociedad más simple, que habitaba en el alma del artista. Vincent Cassel, rostro tallado a navaja, transmite todo eso. Pierre Cottereau, director de fotografía, lo envuelve y lo ilumina con imágenes preciosas, pero nunca preciosistas, ni forzosamente vinculadas al estilo del pintor. Eso queda para Tuhei Adams, que parece salida de uno de sus cuadros.
Tuhei, de 18 años al momento del rodaje, buena revelación, es uno de los varios aportes locales a esta producción francesa. Edouard Deluc es el director que crece en cada obra. La primera fue "Mariage à Mendoza", filmada en Salta y aquí estrenada como "Voyage, voyage". La de ahora se filmó en Tautira, Teahupo'o, el camino a Taravao, y otros lugares que dan ganas de visitar, apenas baje el dólar.