Geo-Tormenta: El peor apocalípsis posible.
Llega una nueva película del subgénero de disaster porn para saciar la sed de destrucción y efectos por computadora que la muchachada exige cada tanto.
Suele gustar este tipo de cine, el de desastres naturales llamado coloquialmente como disaster porn. Desde el estreno de Día de la Independencia y su descomunal éxito en 1996. Aunque los ejemplos de este estilo sean pocos, y parezcan haber desaparecido luego de la lógica 2012 y lo mal que salio Día de la Independencia 2 el año pasado, la sed de destrucción sigue siendo saciada si no es en una película dedicada particularmente al género será en la última batalla de casi todo blockbuster en la última década (sea Transformers, Marvel o DC). Liderados por el trabajo de Roland Emmerich, el creador o padre de este particular sub-género de acción, director de Día de la Independencia, El Día Después de Mañana y 2012. Ahora su compañero de aventuras Dean Duvlin, quien supo producir todos los trabajos nombrados anteriormente, llega con su debut en la silla de director: Geo-Tormenta.
Su experiencia como productor no tarda en notarse, realmente sabe como vender escenas de desastres con muchos efectos por computadora (aún cuando los efectos en sí no sean de particular calidad). Por ejemplo entendiendo que adyacente al quiebre de la tierra los autos deben tambalearse, o que haya destrozos periféricos aparte de lo que sucede en el centro de la escena para dar una sensación de mayor escala e impacto. Pero lamentablemente, aunque tenga secretos de oficio para realizarlas visualmente, no tiene la menor idea de como darles a las espectaculares escenas de catástrofe algún tipo de valor. Toda escena de desastre queda totalmente separada de la trama central, hasta el punto de que casi ningún evento climático ocurre en un lugar donde haya personajes de los que sepamos nombre.
Por supuesto, que eso no significa que los personajes que tienen nombre sean de alguna manera memorables así que se me pudo haber pasado alguno. Todos los personajes son extremadamente aburridos, y no ayuda que estén en medio de una trama sin ningún tipo de personalidad o gracia alguna. Lo único positivo para decir del guion es que, cuando en la estación espacial estamos repletos de intriga y preguntas, lleva aceptablemente el simple misterio. Pero la realidad es que durante la película padeceremos ante eternas escenas de dialogo dramático de lo más plástico y poco interesante posible, con las ocasionales escenas de “acción” intercaladas como para evitar los ronquidos.
Una red de satélites creados por la unión de todas las naciones del mundo para controlar el clima comienza a causar desastres en lugar de evitarlos, y Gerard Butler será enviado al espacio para detectar exactamente cual es el problema. Pero no se dejen engañar por la premisa deliciosamente estúpida: se trata de una película que no parece entender que se trata de algo creado para entretener.
Gerard Butler hace de Gerard Butler, oscilando siempre entre fastidiado y enojado, mientras que Andy Garcia interpreta a Andy Garcia disfrazado de presidente. Abbie Cornish es quien mejor termina actuando (ya que ser uno mismo no es tanto actuar) al ser su personaje el cliché de una dura agente femenina del servicio secreto estadounidense, y a su lado Jim Sturgess podría engañar a algún desprevenido poco familiarizado con su ya usual capacidad para sobreactuar e improvisar de manera completamente encantadora, pero siempre faltándole un poco para que su trabajo termine siendo disfrutable.
Hacia el final hay breves y contados momentos que amagan a indicar que los creativos detrás de cámara tenían al menos alguna idea de lo que tenían que hacer. Pero las instancias en las que la película sabia exactamente lo que era y lo aceptaba en pos de entretener son demasiado pocas y muy débiles como para contar.
Geo-Tormenta harta inmediatamente, y quienes cometan el error de comenzar a verla solo les queda rezarle al señor que algún desastre natural más real que los efectos baratos de esta cinta pase por su ciudad y acabe piadosamente con esta tortura de casi dos horas.