Un más que aceptable exponente del cine catástrofe, tan ridículo como entretenido.
El cine catástrofe es una fórmula tan vieja como inoxidable en Hollywood. Podrán cambian los motivos, las consecuencias o la tecnología, pero la voluntad de imaginar la destrucción del mundo se mantiene firme. Deudora directa del cine de Roland Emmerich, Geo-Tormenta es una película muy parecida a otras tantas que entretiene con las herramientas más nobles del subgénero.
No es casual la referencia al director de Día de la Independencia y Godzilla. A fin de cuentas, Geo-Tormenta es el debut en la dirección de largometrajes del hasta ahora productor Dean Devlin, quien trabajó en varias películas junto al alemán.
La acción se sitúa en 2019. La escena inicial cuenta que el cambio climático generó una serie de fenómenos naturales cuyo saldo fueron millones de muertos. Ante esta situación, técnicos de un conjunto de naciones, al mando de Jake Lawson (Gerard Butler), armaron un complejo sistema de satélites interconectados para “bombardear” nubes, retrotrayendo la situación a la relativa normalidad previa al caos.
La irreverencia de Jake termina costándole el puesto y alejándolo de la vida espacial hasta que una falla en el sistema obliga a llamarlo nuevamente: es, pues, quien más y mejor conoce esa intrincada red de sistemas, cables y armatostes que deambulan a cientos de kilómetros de la Tierra.
Geo-Tormenta mezcla el thriller espacial (una porción de la historia se desarrolla ahí), el informático (la amenaza de un virus) y el conspirativo (la posible participación del mismísimo presidente) en una historia donde los diálogos impostados, la concepción enciclopédica del heroísmo y la destrucción de las grandes urbes está a la orden del día. Lo meritorio es que Devlin no parece tomarse demasiado en serio todo el asunto, y dedica una última media hora a escenas de acción tan disparatadas como imposibles.
Autoconsciente y ridícula, burda y divertida, Geo-Tormenta entrega casi dos horas de diversión y adrenalina. Una propuesta efímera y refrescante como tormenta de verano.