Ghost in the Shell es una obra maestra de la ciencia ficción japonesa que en los años ´90 elevó los contenidos intelectuales que se trabajaban en la animación y los cómics a otro nivel.
Dentro del cine el director Mamoru Oshii brindó un animé complejo que hacía pensar a los espectadores y abordaba cuestiones filosóficas, a través de un conflicto introspectivo que exploraba el concepto de la humanidad.
Aquella producción de 1995 enseguida se convirtió en un fenómeno popular y luego se expandió en una exitosa franquicia.
En esta versión hollywoodense, que se desarrolló a través del cine live action, Ghost in the Shell perdió todos sus elementos atractivos para convertirse en una aburrida versión femenina de Robocop.
La película del director Rupert Sanders, cuyo único antecedente era la olvidable Blancanieves y el cazador, simplifica de un modo grosero el argumento original y trata al espectador como si fuera un chico de siete años.
El concepto de la trama y la crisis de identidad que vivía la protagonista ahora se explica de un modo burdo con el objetivo que el público piense lo menos posible.
Por consiguiente, el resultado es una producción que carece de una visión creativa y nunca llega a explorar en profundidad el mundo futurista que presenta ni las relaciones entre los personajes principales.
El director Sanders desarrolla una recreación superficial de este argumento que no le hace justicia a la obra original, sobre todo porque el misterio central del relato ahora es muy previsible.
Más allá de esta cuestión, la narración de Sanders presenta una incompetencia notable para generar situaciones de suspenso y las secuencias de acción son bastante ordinarias y tampoco llegan a trascender.
La película de animación de 1995 lograba desarrollar un thriller complejo en 85 minutos, mientras que la versión hollywoodense se expande a dos horas en un film que por momentos se hace interminable.
Scarlett Johansson no fue una elección acertada para el rol principal pero la verdad es que el guión tampoco le ofreció muchas posibilidades de destacarse. Algo similar ocurre con los actores secundarios donde hay buenos artistas como Juliette Binoche y Takeshi Kitano, quienes expresan sus líneas en piloto automático.
Lo único positivo de Ghost in the Shell se encuentra en los aspectos visuales donde se concentró toda la atención del director. La construcción del mundo ciberpunk que ambienta esta historia está muy bien lograda y los efectos especiales son impecables.
Una vez más sobresale la labor de un genio en este campo como John Dykstra, responsable de los efectos de la película original de Star Wars de 1977.
Lamentablemente ese es el único atractivo de esta adaptación hollwoodense que no está a la altura de las producciones que hicieron los japoneses con esta saga en la animación.
Los espectadores que desconocían Ghost in the Shell no van a encontrar su relevancia en el género a través de esta versión, ya que es una película olvidable de ciencia ficción que no tiene mucho para ofrecer más que una cuidada puesta en escena.