Vuelve la talentosa Scarlett Johansson, como heroína cybor, en la adaptación de un popular manga, y animé, japonés. Es la mayor Motoko Kusanagi, agente especial de un cuerpo de policía especializado en crímenes informáticos, aunque ella ignora buena parte de su pasado porque es apenas un cerebro humano en un cuerpo de máquina, la cáscara que contiene el fantasma de alguien que fue. Desde la primera secuencia, su "nacimiento", esta idea de un no-cuerpo que sin embargo conserva el reflejo, el fantasma sensorial del que contuvo un corazón latente, marca el peso filosófico y poético que Ghost in the Shell expone, desde el discurso, aunque con menos profundidad de la que se pretende. Si la emoción no se produce, sí hay que conceder que la película es visualmente atractiva, con una minuciosa estética retro a la que el director, Rupert Sanders (Blancanieves y el cazador) saca partido en una serie de planos cuya reiteración no termina de agotar. Lo que le juega en contra es la tendencia al exceso de los efectos visuales y un guión no demasiado imaginativo, sobre todo en las escenas de acción -¿cuántas situaciones de explosión "sorpresa" vale sumar en una sola película?-. Con sus debilidades, y después de la polémica que rodeó a la producción, por la elección de una estrella occidental para una icónica heroína asiática, Ghost in the Shell, traducida aquí como La vigilante del futuro, es un digno film de ciencia ficción. Una melancólica aventura cibernética que suma actractivos con las presencias de Juliette Binoche y el gran "Beat" Takeshi Kitano.