Ghost in the Shell resigna la profundidad filosófica del film animado para dar un increíble espectáculo de acción y ciencia ficción impecable desde lo técnico y visual combinado con una intensa trama de thriller tecnológico.
Ghost in the Shell (Kōkaku Kidōtai) es un manga de ciencia ficción con elementos de policial y estética cyberpunk que generó una enorme legión de fanáticos y dejó una profunda huella en la cultura pop. La historia trascendió las viñetas y fue adaptada en dos películas: Ghost in the Shell (1995) y Ghost in the Shell: Innocence (2004), ambas dirigidas por Mamoru Oshii; además de varias series animadas, OVAs, películas para tv y sirvió como fuente de inspiración para clásicos modernos como The Matrix (1999).
La historia se centra en el personaje de Motoko Kusanagi, una cyborg que ocupa el cargo de Major en la Sección 9, un cuerpo policial especializado en amenazas terroristas y ciber-crimen. Ghost in the Shell está ambientada en un mundo donde la humanidad ha abrazado a la tecnología y la línea que divide a los seres vivos de las máquinas es cada vez más difusa. Casi todas las personas están total o parcialmente mejoradas mediante tecnología y la inteligencia artificial avanzó muchísimo.
Lo único que separa a los humanos de las máquinas es el ghost, una propiedad etérea que puede removerse de la persona e implantarse en un cuerpo robótico (para muchos el ghost representa a la consciencia o al alma, ese atributo que hace único al ser humano). Major vive cuestionando su propia humanidad (es completamente mecánica, pero conserva su ghost) y la ética de la unión entre hombre y tecnología además de preguntarse cual es la verdadera diferencia entre el humano y la máquina desde un aspecto más filosófico que físico.
En esta nueva versión, Major (Scarlett Johansson) tiene otro nombre —Mira Killian— y es renacida como cyborg después de un accidente que destruyó su cuerpo y mató a toda su familia. La compañía Hanka Robotics la convierte en la primer humana completamente artificial y experimentan con ella poniendo sus increíbles habilidades al servicio de la Sección 9 junto a su más humano compañero Batou (Pilou Asbæk) y el jefe Aramaki (Takeshi Kitano).
La acción comienza cuando la Sección 9 se enfrenta a un ciber-terrorista que se hace llamar Kuze (Michael Carmen Pitt), determinado a destruir a todos los que estén asociados con Hanka. A su vez, Major empieza a manifestar problemas con su ghost: extraños glitches y recuerdos atraviesan su mente como si su inconsciente tratara de reflotar imágenes de su vida anterior.
La historia de Ghost in the Shell tiene dos patas bien simples y diferenciadas: por un lado la acción sci-fi de alto nivel con Major y sus compañeros luchando contra los secuaces de Kuze y por el otro un intenso thriller cyberpunk de la protagonista tratando de descubrir más sobre su vida como humana, las verdaderas intenciones de la compañía que la creó y lidiando con un villano que parece saber más sobre su pasado que ella misma.
Pero lo que verdaderamente te deja boquiabierto no es el largo debate ontológico sobre lo que significa ser humano, sino todo el apartado técnico y visual de la película. El director Rupert Sanders (Snow White and the Huntsman, 2012) crea un mundo de una riqueza visual impactante que explota de texturas, colores, luces y detalles. Una enorme ciudad salpicada de hologramas y luces de neón que remite a una versión más amigable de la gran urbe siempre presente en Blade Runner.
La película logra una amalgama justa de efectos prácticos, muñecos animatrónicos y CGI que en ningún momento distrae ni desentona. Un muy cuidado diseño de producción sumado a una correcta banda sonora sirven para sumergir al espectador en ese universo cyberpunk futurista y a la vez cercano.
La historia sigue bastante al pie de la letra la estructura de la película original, pero cambiándola lo suficiente para que se sienta fresca sin tener que reinventarla. Con muchos guiños al clásico animado (algunas escenas calcadas a la perfección) y una Major más emotiva y expresiva, cercana a su versión del manga y no tan taciturna y reflexiva como en la película de Oshii.
El buen ritmo y pulso narrativo de la película hace que la historia fluya sin inconvenientes y el film hace una correcta utilización del 3D, no solo como un gimmick (objetos que vuelan hacia el espectador) visual sino para dotar de profundidad a ciertas escenas y lograr una ilusión de tridimensionalidad de lo que vemos en pantalla.