Distopías. Universos paralelos. Mundos creados por la imaginación del hombre en los que sueña un futuro imposible y en los que el hombre, diezmado, comienza a convivir con máquinas que cada vez se le parecen más. El cine ha llevado ya en una infinidad de oportunidades este tipo de relatos, siendo también la posibilidad creativa de un género como la ciencia ficción y la fantasía para desarrollar caminos que, también, posibiliten reflexionar sobre el hombre y su ser.
Si “Blade Runner” fue el hito a partir del cual todo comenzó a replantearse, tal vez “La vigilante del futuro: Ghost in the shell” (USA, 2017), de Rupert Sanders, que explora visualmente el manga creado por Masamune Shirow, serie que con “Akira” han marcado el pulso de los fanáticos de todo el mundo, tiene la oportunidad de acercar a millenials y espectadores no acostumbrados al género a un resumen de lo mejor de la ciencia ficción de los últimos años.
Siguiendo los pasos de la Mayor (Scarlett Johansson), un cyborg con aspecto muy humano, por tratar de destruir todos los enemigos y villanos que atentan con la paz y el orden, cuando se le propone la peligrosa misión de liquidar a un misterioso ser llamado Hanku, que intenta asesinar a todos los miembros del grupo de científicos que ha llevado a lugares insospechados el híbrido entre robots y hombres, su vida cambiará radicalmente.
“Vida” si se puede decir de alguna manera a ese estado de “pseudoconciencia” en el que comienza a estar y en el que una serie de flashbacks o imágenes holográficas comienzan a rememorarle algo sobre su pasado. En esos retornos es en donde está la clave de esta historia, un relato episódico que si bien durante su primera etapa posee sólo una escena de acción, etapa que presenta el conflicto y los personajes, al avanzar la narración todo se desencadenará en luchas, persecuciones y logrados efectos visuales que acentúan la atmósfera cyberpunk que se le ha impregnado a la película.
En ese punto, esa búsqueda por saber realmente que fue de ella, de su mente anteriormente, y su relación con Hanku, está la verdadera razón de ser de un film como “La vigilante del futuro: Ghost in the shell”.
El guion condensa gran parte de la propuesta original, potenciada por la presencia de Johansson, que una vez más vuelve a interpretar a una máquina (en “Ella” era un sistema operativo), tal vez por la profundidad de su mirada o el tono de voz, grave, monótono, repetitivo.
Al igual que en sus anteriores adaptaciones animadas, como “Ghost in the shell”, de Mamoru Oshii (1995), la película además de ser un caramelo visual, propone una profunda reflexión sobre la identidad y la libertad, tema recurrente en la cinematografía asiática, y que la última producción americana intenta, en remakes, adaptaciones, trasposiciones, potenciar las mismas.
Se puede criticar el subrayado constante sobre los conceptos, la banalidad de los planteamientos que no logran estar a la altura de sus predecesores y fuente, pero así y todo en la construcción de su discurso “La vigilante del futuro: Ghost in the shell”, y en su propuesta visual cumple con lo que promete, un dinámico y atrapante relato en el que nada ni nadie es quien aparenta o dice ser.
Atentos a Takeshi Kitano y Juliette Binoche en roles claves del film y a las trepidantes coreografías en las que cada uno de los enfrentamientos y choques terminan por consolidar la poesía escondida detrás del artificio visual de la película.