Acá tenemos un caso bastante loco en lo que se refiere a adaptaciones de cómics en el cine.
Por lo general cuando se estrena una secuela de este tipo de filmes los estudios tienden a levantar la apuesta en materia de producción y presupuesto.
No es lo que ocurrió con Ghost Rider al que Marvel le recortó la mitad del dinero invertido en el 2007, algo que no tenía antecedentes en la compañía.
De los 110 millones de dólares que costó la primera entrega pasaron a invertir 57 millones de dólares en el nuevo film, que es una reducción importantísima en este tipo de propuestas.
Esto no es un dato menor, ya que define claramente el tipo de película que te vas a encontrar en el cine.
Espíritu de venganza es una propuesta totalmente distinta a la primera película.
Básicamente se trata de una aventura de Ghost Rider dentro del cine clase B.
En un punto es un auténtico milagro cinematográfico teniendo en cuenta quienes fueron los responsables de este estreno.
No porque se trate de una gran obra precisamente, sino que podría haber sido muchísimo peor.
El caso de los directores Mark Neveldine y Brian Taylor es un auténtico misterio porque no paran de hacer fracasos comerciales en el cine desde hace años, pero los grandes estudios de Hollywood les siguen dando trabajo.
Hace poco hicieron un mamarracho impresentable con Jonah Hex, clásico de DC cómics, que arruinaron por completo con un film estúpido con Megan Fox que resultó uno de los fracasos más notables del 2010 y en Argentina Warner ni siquiera lo estrenó.
En este caso se nota que estuvieron un poco más controlados y por lo menos no lo desvirtuaron al motorista fantasma como hicieron con el famoso cowboy de DC.
La nueva Ghost Rider más que una secuela en realidad es una re-interpretación del personaje en el cine, donde desarrollaron la historia como si nunca hubiera existido el film del 2007.
Algo similar a lo que Marvel hizo con El increíble Hulk en el 2008 con la particularidad que acá el actor protagónico es el mismo.
En algunos aspectos visuales el film está un poquito más cerca del cómic de lo que fue la entrega anterior pero le faltó un guión un poco más atractivo y entretenido.
Johnny Blaze ahora aparece más pelado y parecería que se incorpora al conflicto simplemente porque andaba por ahí con la moto.
También le faltó un productor a esta película que dirigiera mejor el trabajo de Nicolas Cage, ya que en ese punto se nota que los directores estuvieron pintados. Por alguna razón inexplicable Cage entiende que Johnny Blaze es un freak oligofrénico y se comporta como tal en toda la historia. Su interpretación es desmesurada y en varias escenas sobreactúa con su locura y gestos sacados.
De todos los cómics que por lo menos yo leí con este personaje jamás vi a Blaze y las otras encarnaciones de Ghost Rider actuar de esa manera, por eso lo de Cage es muy bizarro.
Como punto a favor merece destacarse el trabajo que hicieron con la caracterización de Ghost Rider que es totalmente superior al film anterior. Algo muy loco, teniendo en cuenta que el presupuesto fue menor, pero es evidente que utilizaron mejor la plata.
El personaje no sólo se ve mejor, sino que cada intervención que tiene es contundente en la trama. Me encantó, que como sucede en las historietas, Ghost Rider manipulara el fuego y utilizara ese elemento para castigar a los villanos.
Las escenas de acción están muy bien logradas pero lamentablemente son pocas a lo largo de la historia. Con toda la furia a Ghost Rider lo vemos cinco veces durante toda la película y esto también tiene que ver con el presupuesto, ya que esa calavera en llamas sale una fortuna cada segundo que aparece en escena. Por eso también el personaje no tiene diálogos (a diferencia de los cómics), salvo cuando se convierte en Johnny Blaze.
El 3D en realidad es bastante prescindible en esta propuesta pero el formato se destaca en las secuencias de acción donde se luce el motorista fantasma.
Espíritu de venganza no es ni por asomo lo mejor de Marvel en el cine pero es buen escapismo clase B para entretenerse un rato con este personaje.