El robotxeo más espectacular de todos
Para poder analizar bien esta película, primero que nada debemos entender bien su historia.
En un futuro cercano, el boxeo y el resto de los deportes de combate desaparecieron, cediendo su lugar a las peleas de robots, tanto de forma ilegal como en ligas mundiales.
Charlie, un ex boxeador que tuvo sus 15 segundos de fama, intenta vivir de este nuevo deporte sin demasiada suerte. Pero la vida le da una sorpresa cuando, repentinamente, debe hacerse cargo de su hijo Max, a quien no ve desde su nacimiento.
Repasando la sinopsis, nos encontramos con un perdedor ligado al deporte, más precisamente con el boxeo; si están pensando en Rocky, están en lo correcto. Los paralelismos con la saga de Stallone son varios, sobre todo en las peleas de robots, donde seguro recordarán grandes momentos del púgil más famoso del cine.
Pero también del breve repaso de la historia se desprende qué tipo de película tenemos enfrente. Estamos ante una propuesta que no busca ser una obra maestra, ni convertirse de culto con el paso de los años, sino solo ofrecer entretenimiento directo y fácil de digerir. Y si entendemos el film así, seguramente disfrutaremos de las poco más de dos horas de metraje.
Obviamente el plato fuerte son las peleas de robots. Tanto por el nivel técnico, donde el CGI jamás se hace evidente —ni siquiera cuando comparten pantalla con humanos— como en la mano del director. El no uso de 3D es un acierto, dando libertad absoluta al movimiento de las maquinas en las peleas, sin caer en lo que seguramente hubiera sido un bombardeo de trompadas a pantalla para impresionar al espectador.
El director Shawn Levy muestra bastante pericia a la hora de filmar las escenas de acción, evitando la nueva moda de cientos de planos por segundo. Levy utiliza un ritmo pausado y de cámara firme para mostrar la destrucción de robots. Otro punto que se agradece, ya que se puede apreciar con detalle la espectacularidad de la imagen.
Otro punto a favor del film es el propio Hugh Jackman. Como es habitual en el australiano, desprende carisma a cada momento que sale en pantalla, y en esta ocasión, a esto se le suma la enorme química que hay entre Jackman y Dakota Goyo, el pequeño que interpreta a Max, hijo del ex Wolverine en la ficción. Estamos ante uno de esos casos donde el espectador siente que los actores la pasaron bien filmando entre ellos.
Gigantes de Acero es una película sincera consigo misma y con lo que le promete al espectador, espectáculo y entretenimiento sin prejuicios por intentar hacer más de lo que es. En los tiempos que corren, esto escasea, tanto como una buena pelea de box.