Demasiado acero y poca sangre
Hugh Jackman es Charlie, un perdedor que se la pasa viajando en su casa rodante con los pedazos de chatarra de lo que alguna vez fueron grandes robots. Los modelos, otrora campeones, quedan reducidos a pedazos cuando él se encarga de dirigirlos. En el futuro los boxeadores son reemplazados por gigantes mecánicos que no hacen más que obedecer las órdenes de sus dueños. Uno creería que deberían ganar siempre aquellos con el mejor equipamiento que el dinero pueda comprar y en efecto así es. El actual campeón está comandado por fríos directivos que hacen del deporte un negocio. Casi como una parábola de esta película (dirigida por Shawn Levy, de La Pantera Rosa y Una Noche en el Museo) que sigue al pie de la letra el manual de las películas de boxeo y se sostiene demasiado en la simpatía que nos puedan causar sus estereotipados personajes.
Cuando el personaje que más gracia y corazón inspira es un robot (Atom, la fábula del underdog que tiene una chance en su vida) se nota que estamos en problemas. Charlie es una versión adaptada para los más chicos de Randy "The Ram" (Mickey Rourke) en The Wrestler, que de por sí era una suerte de parodia a estos personajes re-interpretados hasta el cansancio. Dakota Goyo es Max, el hijo que llega por obligación (el padre acepta cuidarlo por unos meses a cambio de dinero) pero es demasiado listo para preocuparse por su progenitor. La dinámica entre los dos, un poco conflictiva al principio, no tardará en dar sus frutos. Empezarán una travesía alrededor del país entrenando al robot que parece ser el indicado, sólo ante la vista del menor. ¿La moraleja? Todos pueden tener su oportunidad. Esa es la conocida. Por otro lado se plantea una más o menos "nueva": las relaciones humanas todavía pueden darle batalla a las frías organizaciones ultra-sofisticadas y su avanzada tecnología. Es una lástima que no haya un corazón latente en esta película, que se siente demasiado estereotipada como para ser sincera con lo que nos está diciendo. Todo se trata de terminar y lograr que los niños quieran comprar algún juguete de los robots. Al menos están bien diseñados y la película, en términos puramente técnicos, está bien. ¿Suficiente? Depende el grado de simpatía que logre usted con los personajes.