Con una cuidada reconstrucción de época y logrados cuadros musicales, "Gilda" tiene el éxito asegurado gracias al innegable carisma y la composición de Natalia Oreiro. Nacimiento, ascenso y muerte de una cantante popular que se convirtió en una leyenda.
Después de varios intentos por trasladar la historia de Gilda a la pantalla grande, llega este emocionante biopic de la mano de Lorena Muñoz, quien viene del género documental. La película tiene, entonces, a la directora ideal para mostrar el nacimiento, el éxito y la caída de la cantante y compositora de cumbia y música tropical fallecida a los treinta y cuatro años en un accidente en la ruta, antes de convertirse en un mito.
La historia comienza con su funeral en 1996 y va construyendo sus días como maestra jardinera, su presentación en un casting con su descubridor y quien luego sería su manager -Javier Drolas-, el desgaste con su pareja machista -Lautaro Delgado-, la relación con su madre -Susana Pampín-y sus pequeños hijos, y su ansiada aparición en el firmamento de la música tropical.
Con una cuidada reconstrucción de los años noventa y logrados cuadros musicales, Gilda tiene el éxito asegurado gracias al trabajo de Natalia Oreiro. Lo más logrado es su personificación y cuesta ver a a la actriz. En cada fotograma aparece Gilda en este proyecto que está angelado por su innegable carisma.
En ese sentido, el film acumula luces y sombras de una existencia corta pero eterna en la memoria de sus seguidores, así como también sus supuestos poderes de sanación que le dio su público, con una escena donde una madre lleva a su pequeña a uno de sus recitales. Los vericuetos y manejos del negocio turbio de la música recaen en Roly Serrano -y su secuaz encarnado por Daniel Valenzuela-, quien cuestionó a la cantante porque no encajaba con los cánones de belleza y éxito de la época.
Con la participación de algunos de los músicos que sobrevivieron a la tragedia y de los fans, el relato cobra entonces una dimensión en la que lo real se fusiona con lo ficcional, trayendo más autenticidad a lo que se cuenta. Dos subtramas siguen a la narración principal: una con Gilda de niña en la que se muestra la admiración por su padre, y la otra, con una Gilda adolescente -ahí aparece Angela Torres-, que arrastra el trauma por la muerte de su padre y la etapa en la que se consolida su vocación musical.
Gilda emociona, entretiene, contagia su espíritu musical con genuinos recursos y tiene detrás una producción generosa -además de su gigante estrategia de marketing- que acompañó el desafío de convertir su historia en una esperada película.