Un guión desigual, pero con una factura técnica impecable y una potente labor de su intérprete principal.
No soy lo que se dice un conocedor o siquiera alguien que sepa apreciar la cumbia, pero la historia de Gilda es una que no pasa desapercibida en la Argentina de los últimos 20 años, trascendiendo incluso los límites de la música, cuando algunos fanáticos, por diversos motivos, le atribuyeron fama de santa. El hecho concreto es que nuestro cine, tarde o temprano, no iba a querer quedarse afuera de esto, y de esa forma hoy nos llega Gilda, No me Arrepiento de este Amor.
Todo eso fuiste…
Gilda no me arrepiento de este amorMiriam, una maestra jardinera deseosa de llegar a más y con notorias aspiraciones musicales, pasa una prueba de canto para formar parte de una banda de cumbia. A partir de acá veremos los diversos obstáculos que debe superar para convertirse en Gilda: las presiones del crimen organizado, el rechazo de los sellos discográficos, los celos de su marido y los problemas con sus hijos.
Gilda, No me Arrepiento de este Amor es un espectáculo visual y sonoro a todo trapo. Lorena Muñoz es una directora con un firme dominio del lenguaje audiovisual, y utiliza todo el arsenal del mismo a su máximo potencial. No hay un solo apartado descuidado: La fotografía concede una atmósfera tan turbia como celestial, la dirección de arte y el vestuario tienen una enorme riqueza de detalle, el montaje es utilizado en su plenitud como la herramienta de manipulación de ritmo y tiempo que es, y el uso del sonido (más indispensable que nunca por tratarse del biopic de una cantante) es tan potente como lo es conmovedor.
En materia actoral, me saco el sombrero ante Natalia Oreiro. Ella nació para ser Gilda en la gran pantalla. Aunque naturalmente domina con una presencia demoledora a la Gilda cantante, lo que me hace extenderle este elogio es que no haya descuidado los aspectos más íntimos del personaje. Este no es un personaje más para Oreiro; su dedicación y preparación se perciben en cada fotograma que la película le otorga.
Pero una película es un todo; no es sólo sus actuaciones, no es sólo su factura técnica, es también su guión, y es precisamente este un aspecto flojo en una cinta que de otro modo sería impecable. Explayémonos: Si hay algo que no le falta al guion de la película es conflicto; una gran mayoría de las escenas siempre lidian con alguno en mayor o en menor medida. Pero ¿por qué a pesar de cumplir con esta esencial virtud narrativa, siento que el guion de esta película no me termina de convencer?. Después de pensar el prospecto en mi cabeza, he llegado a la conclusión de que el guión no me convence por cómo trata y distribuye las subtramas. La película se reparte entre tres líneas argumentales: el ascenso de la protagonista en el mundo de la música, su vida personal y su niñez con su padre.
La película desarrolla fluidamente y con lujo de detalle la primera línea argumental, pero en vez de trabajar adecuadamente las otras dos líneas, las tiene de relleno, de rueda de auxilio, cuando deberían ser líneas narrativas con autonomía, que refuerzan y corren paralelas a la principal. A esto se suma el que las intenciones de los personajes secundarios no quedan claramente establecidas: de la nada el marido es un celoso, de la nada el manager tiene sentimientos por la protagonista, de la nada tuvo una madre que nunca estuvo. Los personajes están, pero las relaciones en estas líneas no se desarrollan o evolucionan; ni como una estructura en sí, ni como complementarias a la trama principal. Por lo tanto, la inserción de estas escenas se sienten forzadas y el sentimiento, ese ingrediente conmovedor al que querían llegar, no llega nunca.
Un guion para ser sólido necesita tener todos sus elementos en orden, y aunque la película tiene el enorme acierto de jamás embellecer o romantizar el universo de la protagonista, son estos tropiezos los que me impiden alabarla como un drama impecable.
Conclusión:
A pesar de contar con un guión desigual, Gilda, No me Arrepiento de este Amor hace gala de una impecable factura técnica y una labor interpretativa prácticamente intachable de su protagonista. Si te interesa ver como Natalia Oreiro canaliza con esfuerzo, habilidad y fortaleza de presencia al personaje, le vas a querer dar una oportunidad. Ahora, como un relato por sí mismo, como un todo, me veo impedido de extenderle la misma recomendación.