En términos visuales, Ginger y Rosa es una película estéticamente llamativa, con una fotografía interesante y por supuesto, con la incomparable fotogenia de Elle Fanning. Pero en términos narrativos y dramáticos, Sally Potter no tiene la más mínima idea de dónde está parada. Hay un caos narrativo tan grande que se me hace difícil empezar por algún lado. Entonces, lo mejor es por el principio: los primeros planos que se asoman, son primero el de dos madres y amigas a punto de dar a luz que se toman las manos. Luego, esa acción se ve espejada en el siguiente plano de sus respectivas hijas, Ginger y Rosa tomadas de la mano en una hamaca. Hasta ahí, todo muy lindo y prometedor. Lo que pasa después, es que la película se convierte en una seguidilla de planos estilizados y bellos encuadres, haciéndose cada vez más evidente la falta de un conflicto principal. Está la amenaza de la bomba nuclear de fondo, pero eso no basta...