Un café tibio
El cine de Potter es como un café tibio. Se toma rápido y se olvida pronto, o directamente se lo desecha. Esta película, sin embargo, es más inofensiva y en todo caso disimula mejor los vicios de la realizadora inglesa: feminismo básico de manual (donde los hombres son muy tontos y las mujeres muy sensitivas e inteligentes), una supuesta independencia formal que se diluye rápidamente y una cierta tendencia a la falsa calidad.
Los dos personajes cuyos nombres se leen en el título son adolescentes que crecen como pueden en Londres durante los sesenta. Potter se esfuerza por mostrar que detrás hay una directora y brinda una primera hora bien física, cerca de los rostros, de los cuerpos, desenfocando los fondos y acentuando la fotogenia de las jóvenes, principalmente la de Ginger, interpretada por Elle Fanning, quien se muestra espléndida y misteriosa en el rol que le toca, sobre todo, cuando sonríe.
Si bien el film no se distingue de cualquier otro que haya explotado antes la veta del aprendizaje y del descubrimiento sexual, parece interesante, en primera instancia, la forma en que se derriba el mito de la felicidad y de la libertad de una década casi siempre mostrada desde un optimismo consagratorio. Es así que las dificultades que las dos amigas padecen en sus vidas hogareñas, estallan en sus pretendidos roles activistas en contra de una virtual guerra nuclear. La confusión es verosímil y Potter cree conveniente mostrarlo a través de una tensión entre encuadres incómodos con planos cerrados y descansos lumínicos con planos generales más cercanos a un aura que envuelve con sus claros a las protagonistas.
Esta saludable idea de llevar una historia personal a un plano político, se pierde lamentablemente con la innecesaria filtración discursiva a través de la radio y las líneas de diálogo de los personajes acerca del desastre mundial inminente. A la subrayada reconstrucción de época, se le añade una desconfianza progresiva en el potencial de la pareja en cuestión, y ahí vuelve a aparecer lo peor del cine de la directora: los hombres vuelven a ser tontos y culpables, terminan pidiendo perdón por sus pecados y las mujeres ingresan en el ansiado mundo de la telenovela rosa con sus conocidos clisés (cruces amorosos prohibidos, embarazos, celos, reproches). Es decir, más de lo mismo.
Un párrafo aparte merece Elle Fanning. Con su roja cabellera dignifica la pantalla. Su mirada y la sonrisa que esboza por segundos en cada escena, justifican tomarse el café al que se hizo referencia en la primera línea.