Ahora es más fácil ser progre
Ginger (Elle Faning) y Rosa (Alice Englert), están juntas desde siempre, literalmente, nacieron una al lado de la otra, ya que sus mamás dieron a luz en el mismo hospital en camas contiguas. De ahí en más fueron amigas inseparables.
Durante su adolescencia, en Londres a principios de los 60, estas amigas que pasan todo el día juntas y parecen disfrutar de las mismas cosas -hasta se visten igual-, comienzan a cambiar, y esto probablemente tenga que ver con su entorno. Ginger viene de una familia con la cabeza más abierta, una madre (Christina Hendriks) que dejó de lado su carrera como pintora para cuidarla, y un padre (Alessandro Nivola) músico, escritor, que ha estado preso por ser objetor de conciencia, y que básicamente hace lo que quiere; además de unos padrinos gays (Timothy Spall y Oliver Platt), que hospedan a una escritora estadounidense (Annette Benning) que se convierte en una especie de mentora para Ginger.
Rosa, en cambio, viene de un hogar roto, con un padre abandónico y una madre limpia casas que tuvo un par de niños más a quienes Rosa debe cuidar.
Obviamente, ahora que son mayores, la visión que tienen del mundo es diferente, a Ginger le interesa la poesía, y quiere ser una militante pacifista, mientras el único objetivo de Rosa es encontrar un hombre que la quiera y no la abandone.
Ginger esta preocupada por el afuera, por la amenaza de una bomba nuclear, y al ser atea, casi por obligación, cree que el futuro de la humanidad depende de la acción del hombre; pero Rosa prefiere dejar las cosas en manos de dios, y preocuparse por no tener una vida igual a la de su madre.
Irremediablemente, en algún momento las cosas explotan, y tal vez de un modo tan melodramático que desentona con el modo en que se venía construyendo el relato.
Elle Fanning ofrece una actuación extraordinaria, con una sensibilidad increíble para mostrar sin excesos todas las emociones que la desbordan, al igual que Alessandro Nivola, cuyo personaje camina sobre una línea muy delgada entre la libertad de pensamiento y el egoísmo, y aunque parece alguien incapaz de sentir remordimiento, es en el fondo una persona que encierra muchísima tristeza y frustración.
La estética es excelente, los ambientes bohemios están mostrados de forma delicada, realista, para nada estereotipada.
Es una historia narrada con muchísima sensibilidad, con personajes complejos, de una generación que vivió una guerra, que se comprometió con sus ideales, que rompió moldes, y que quiso una vida diferente que, en ese momento, parecía incompatible con la familia y la paternidad.