Superhéroes de neuropsiquiátrico
Cuando todo indicaba que M. Night Shyamalan iba a sumarse a la moda del cine de superhéroes, el director de Fragmentado (Split, 2017) vuelve a dar un volantazo, de esos que le gustan desde su primera y exitosa película, para llevar su visión pesimista del cómic a un terreno personal. Glass (2019) sorprende y decepciona, según la vara con que se la mida.
Cuatro chicas son secuestradas nuevamente por el hombre de múltiples personalidades (James McAvoy). La aparición de La Bestia para asesinarlas es inminente. David Dunn (Bruce Willis), apodado por los medios “El centinela”, hace caminatas esperando poder rescatarlas. Al cruzarse con el secuestrador se enfrenta con La Bestia pero, antes de ganar uno u otro, la fuerza policial los encierra en un hospital neuropsiquiátrico. En él también se encuentra internado Elijah Price (Samuel L. Jackson), el hombre de los huesos de vidrio cuyo poder es controlar las mentes. Las tres personas con poderes sobrenaturales serán interrogados por la doctora Ellie Staple (Sarah Paulson), quien busca convencerlos de que sus comportamientos tienen explicación psicológica. La fuga de los pacientes es cuestión de tiempo.
Al igual que Fragmentado, la película tiene a una psicóloga tratando de comprender con parámetros científicos el comportamiento fantástico de héroes o villanos. De este modo las explicaciones sobre el origen de los superpoderes deambula entre recuerdos traumáticos del pasado y mitos originarios de los cómics. Esto le imprime una carga densa y dramática al film, que proviene de la primera parte de la trilogía, El protegido (Unbreakable, 2000). Quien busque relacionarla con una trama de aventuras al estilo Marvel saldrá decepcionado, quien por el contrario pretenda una reflexión sobre el género apreciará el riesgo abordado.
Porque M. Night Shyamalan sabe que el cine es manipulación como buen discípulo de Alfred Hitchcock. Por eso para entender la lógica interna de la película hay que buscar las pistas -algunas falsas- desparramadas por la trama en relación al engaño. La imagen de video, las redes sociales y la psicología se presentan como recursos sociales de manipulación de la mente. “Usted me quiere insertar recuerdos de cosas que no sucedieron”, le dice el personaje de Bruce Willis a la doctora en una sesión de terapia de grupo con sus archivillanos. Hay un duelo por dominar las mentes entre la doctora y Mr. Glass, aunque el gran manipulador en esta historia es el director de Sexto sentido (The Sixth Sense, 1999), que da vuelta la trama a su merced tantas veces -quizás demasiadas- como crea necesario, para torcer el destino de la historia a su antojo.
Los elementos propios de un relato convencional de superhéroes son tomados por Shyamalan para dar su visión personal y arriesgada sobre estos personajes. Antihéroes, personas sufridas que no encuentran su lugar en el mundo, condenadas a cumplir la misión que les fue encomendada. El realizador hindú lo hace desplegando pistas falsas para que el espectador crea que la historia va en una dirección, para luego dar un giro con nuevas pistas y presentar otro camino. Cada cambio genera una frustración -el mayor problema del film- pero aún en esa insatisfacción sobre el destino de la trama Shyamalan nunca pierde el control de su historia. Cae en situaciones inverosímiles y también genera expectativas que no cumple, pero siempre en pos de demostrar su dominio en un film sobre manipuladores donde él, es el rey.