El director hindú M. Night Shyamnalan -Sexto sentido-, cierra la trilogía iniciada con El protegido y continuada en Fragmentado con Glass, una película que juega con los laberintos de la mente y los superpoderes y está directamente conectada con las dos anteriores. Por eso, es necesario el visionado de ambas para tener más claro el panorama en cuanto a los detalles de la trama se refiere.
David Dunn -Bruce Willis- busca a la figura animal de La Bestia -James Mc Avoy- luego de la desaparición de unas adolescentes. En la sombra, Elijah Price -Samuel L. Jackson- surge como la figura clave que conoce los secretos de ambos en esta trama que si bien no tiene el suspenso de la anterior se propone a explicar el origen de los personajes.
Este tercer eslabón se centra en un pabellón psiquiátrico donde los tres están confinados bajo estrictas normas de seguridad y cámaras que controlan sus movimientos. Acá se conocerá por qué Dunn fue el único sobreviviente de la tragedia del tren ocurrida en El Protegido,mientras lucha junto a su hijo para castigar a adolescentes que cometen robos gracias a su fuerza sobrehumana.
En tanto, el trastorno de personalidad disociativa de Kevin Wendell Crump -un magníficoMcAvoy que brinda versatilidad y matices a cada una de las 23 criaturas, desde el niño de nueve años, pasando por Patricia o La Bestia- emergen durante su encierro bajo la mirada atenta de la psiquiatra Ellie -Sarah Paulson-.
La trama traerá nuevamente a Casey -Anya Taylor-Joy-, la sobreviviente del film anterior que era ofrecida como sacrificio a La Bestia: a la madre de Elijah y al hijo de Dunn -Spencer Treat Clark, el actor que repite el mismo rol de El protegido casi viente años después-.
La cámara de Shyamalan ofrece encuadres y movimientos frenéticos en esta película que analiza el comportamiento sobrehumano con un Elijah Price/Mr. Glass, el asesino en masa y teorizador de comics, que dará luz a los misterios que encierra la trama. El film ofrece momentos atrapantes y otros confusos con varias vertientes narrativas que se van abriendo como las personalidades del enigmático Kevin.
Es un cierre de los traumas, la locura y los miedos infantiles y, a la vez, un nuevo comienzo. Todo tan extraño como la filmografía de Shyamalan, entre la violencia y la fragilidad de sus personajes.