“Glass”, de M. Night Shyamalan
Por Jorge Bernárdez
Cuando Shyamalan filmó El protegido el mundo del cine la recibió con la satisfacción de quien hizo una apuesta a un proyecto y este resultó ser un éxito. Sexto sentido, su película anterior, había sido exitosa pero a la vez el truco del final dejaba la duda sobre si era un genio o era un tipo ingenioso con un par de ases en la manga. Lo cierto es que El protegido fue mucho más de lo que se esperaba, Shyamalan confirmaba sus virtudes como director con secuencias extraordinarias y un clima sensacional para contar el nacimiento de un héroe que concluía la película reconociendo sus poderes.
La carrera posterior -se sabe, la vida y el desarrollo profesional son una maratón- finalmente mostró que Shyamalan no era infalible y que podía alternar buenas películas con otras incomprendidas o simplemente malas. Por eso cuando se estrenó Fragmentado los espectadores y el mundo del cine se llevaron una sorpresa enorme porque al mejor estilo de las películas de Marvel, justo en el final de los créditos el director se despachó jugando una carta inesperada que, al igual que con el final de Sexto sentido, era mejor no revelar. Sí se puede decir que en el cierre de esa película violenta sobre un asesino serial de múltiples personalidades que elude a todo el mundo y muestra poderes superiores, se producía el inesperado cruce de McAvoy con Bruce Willis y confirmaba lo que para los fanáticos era obvio: el protagonista de Fragmentado y El protector se iban a cruzar de nuevo. Después se supo que Shyamalan tenía pensada una trilogía que debía terminar con la película correspondiente de Mr. Glass, el personaje que aparecía como villano en El protector y que interpretaba Samuel L Jackson. Desde ese momento las expectativas fueron en aumento y todos empezamos a esperar con ansiedad el momento del desenlace. En estos tiempos de universos expandidos y crossovers grandiosos el final de la trilogía de Shyamalan no podía ser otra cosa que espectacular.
Llegó el momento. Glass está en los cines y se revelará que clase de final soñó el director para sus personajes. El resultado puede ser una decepción pero no deja a nadie indiferente.
La primera hora de Glass tiene ritmo, tiene acción, tiene sorpresas y parece que Shyamalan se dispone a satisfacer la ansiedad de los espectadores pero todavía falta una hora y unos minutos y entramos en un pantano donde los recursos empiezan a repetirse y el show queda en manos de McAvoy sus veinte personalidades. Vayamos por partes y no nos adelantemos. La primera hora de película presenta la actualidad de cada uno de los personajes y sobre todo muestra el triste destino de Mr. Glass que aparece catatónico y confinado a su silla de ruedas, rendido y sin mostrar interés por nada. Por su parte Andy, La Bestia y las otras personalidades del protagonista de Fragmentado han vuelto a secuestrar a un grupo de chicas y David Dunn (Bruce Willis) está rastreando el lugar donde esas chicas están confinadas. Y justo cuando todo está dispuesto para el enfrentamiento hace su aparición el primer giro de guión a lo Shyamalan con una psiquiatra llamada Ellie Staple (Sarah Paulson) que estudia una nueva forma de enfermedad derivada de la obsesión por las historietas. La psiquiatra confina al trío en una enorme instituto para estudiarlos y que convivan en la terapia. La película entonces aquieta su ritmo y pone a los espectadores ante la gran duda sobre si lo que hemos estado viendo ha sido el brote de tres personas perturbadas que sólo necesitaban la pastilla adecuada para salir de su delirio o era una trilogía de nuevos personajes de historieta. No se puede contar mucho más a riesgo de spoilear y de que alguien se enoje, pero digamos que las dos horas diez se revelan excesivas y que eso grandioso que todos estaban esperando nunca ocurre. Lo que pasa en cambio de la explosión esperada es una sucesión de vueltas de tuerca, de finales que pueden resultar decepcionantes y porqué no decirlo, gusto a poco o de sensación de que la pólvora de la explosión prometida estaba mojada.
Hace unos cuantos años recuerdo haber leído en “Super Humor” -una revista que era una especie de hermana menor de “Humor registrado”- que se llamaba que estaba dedicada a la historieta y que fue el germen de la mítica revista “Fierro”, una serie de artículos en los que gente cómo Saccomano o Sasturain debatían sobre el futuro de la historieta, eran los años en que la historieta europea de la mano de Manara y de otros grandes había copado la parada y en cierta forma ponían en jaque a los clásicos exponentes de la historieta norteamericana, todavía faltaba un tiempo para que surgieran las ediciones especiales de Batman y Superman. En aquellas notas se teorizaba acerca del agotamiento del mundo del relato clásico. ¿A qué viene toda esta digresión en el medio de la crítica de Glass? A que sencillamente lejos de ir a fondo, Shyamalan lo que hace es echar el freno de mano y utilizar la tercera parte de su trilogía para teorizar y reflexionar sobre los personajes de historieta, la creación y su significado.
¿Es interesante? Puede ser que lo sea pero no hay que engañarse, probablemente los espectadores esperen que estallara todo por el aire y el director decidió un camino diferente, lo que lo pone de nuevo en el centro de una controversia y que deja mucho para discutir.
GLASS
Glass. Estados Unidos, 2019.
Dirección y Guión: M. Night Shyamalan. Intérpretes: Bruce Willis, Samuel L. Jackson, James McAvoy, Sarah Paulson, Anya Taylor-Joy, Spencer Treat Clark, Charlayne Woodard, Adam David Thompson, Luke Kirby, Marisa Brown. Producción: M. Night Shyamalan, Jason Blum, Ashwin Rajan y Marc Bienstock. Distribuidora: Buena Vista. Duración: 129 minutos.