Glass

Crítica de Juan Pablo Bondi - Fuera de campo

Luego de una larga espera, el realizador M. Night Shyamalan termina su trilogía de superhéroes (que empezó con El Protegido y siguió con Fragmentado, hace apenas dos años) con su nuevo capítulo, Glass. Con Sarah Paulson, Bruce Willis, Samuel L. Jackson y James McAvoy en el reparto, Glass es la nueva apuesta del realizador de Sexto Sentido para seguir su buena fortuna en lo que a taquilla se refiere.

Pero 19 años más tarde, las expectativas suelen ser altas (más aún si las dos entregas anteriores tienen buena recepción y hasta han adquirido el status de “film de culto”), y la última parte de esta trilogía fracasa, y lo que es peor, concluye con sabor amargo, a sabiendas de que la premisa daba para mucho más. Más allá de esto, Glass es un típico caso de final decepcionante: el film ocurre en gran parte en interiores, contiene escenas con diálogos repetitivos y por demás, malgasta el tiempo en secuencias lentas y extensas, etc. Es cierto que la mayor parte de estos problemas se podrían resolver con una edición más estricta, pero aún así esto no ayudaría con el problema principal que tiene la película: ya desde su concepción como producto de bajo presupuesto, sin un hábil uso de los limitados recursos, el fracaso estaba a la vuelta de la esquina. Glass es es el encuentro final entre los tres muy queridos protagonistas sobrenaturales de la saga. Su conjunción debió ser todo un espectáculo, y no un placer entregado a cuentagotas, que por momentos ni siquiera existe.

No está mal sorprender al público con algo inesperado, pero lo único que ha logrado Shyamalan es decepcionarlo con un largo relato que recuerda más al potencial fallido de Kryptonita que a los éxitos de Marvel.
Más allá de un principio promisorio de algunas escenas bien logradas, Glass es otra oportunidad desperdiciada por parte de su realizador. Sólo apta para curiosos.