Primero, algunos datos del fenómeno: desde su estreno en 2009, la serie televisiva Glee es uno de los grandes éxitos de la cadena Fox: ha tenido audiencias de hasta 9 millones de personas en su país, ha ganado dos Globo de Oro, ha llegado a las consolas de videojuegos más populares y hasta ha generado una serie de libros. La lógica no es nueva: programas como High School Musical , American Idol y Operación Triunfo han seguido caminos parecidos, multiplicando los negocios a su alrededor a partir de una idea simple y concreta: la ambición de ser famoso que buena parte de la gente joven, y no tanto, tiene en la era de la globalización (a propósito, la ochentosa Fama , que hizo el camino inverso -del cine a la TV-, sería algo así como la abuelita de estos nietos supermillonarios). Glee también ha generado una tipología de seguidores, los gleeks , cuya reivindicación central es el reclamo de oportunidades para todos, incluyéndolos a ellos, los raros de la clase. En torno a esa fantasía de inclusión gira Glee , y la película es puramente un artefacto celebratorio del suceso televisivo.
Se trata de una serie de números musicales estereotipados, repetitivos y sumamente demagógicos que despiertan en la masa de fans reacciones parecidas a las que provoca un pastor electrónico. No se entiende muy bien por qué la película se exhibe en 3D (los números musicales están filmados de tal forma que no se aprovecha el formato), salvo por cuestiones comerciales (complicar la piratería) o puramente de "moda". Aunque los seguidores de Glee no son solamente desconocidos con hambre de popularidad -Suri, la hija de Tom Cruise y Katie Holmes, es una fan declarada, y artistas como Rihanna, que han visto crecer sus ventas en casi un 200% a partir de que sus canciones se incluyeran en el show, también han manifestado su obvia adhesión-, la película está básicamente dirigida a ellos, los que en muchos lugares del mundo -la Argentina incluida- se reúnen en clubes y acuden agrupados a las funciones.
Son ellos también los que defienden a capa y espada el proyecto ante la menor crítica, aunque sea la más evidente: Glee incorpora a su encandilador universo a los que se han sentido discriminados alguna vez por diferentes razones -elecciones sexuales, discapacidades físicas, simple timidez para tratarlos sobre todo como consumidores. En ese sentido, funciona como síntesis acabada de las estrategias del capitalismo global para fabricar sueños.