Faltas en el aire
Tras una serie de películas más crípticas, el realizador Sebastián Lelio entrega con Gloria (2013) su relato más luminoso, sin por ello estar exento de drama. Brilla la actriz Paulina García, con justifica premiada en el Festival Internacional de Cine de Berlín.
Gloria es una mujer sexagenaria, exponente de la clase media chilena y urbana. Separada hace más de diez años, el contacto con sus hijos se hizo cada vez más esporádico. Y aunque se note que le tienen afecto, sus propios asuntos la han mantenido a la distancia. Pero Gloria no se resigna a su soledad, aunque tampoco proclama abiertamente malestar alguno. Es una mujer optimista, que sale a trabajar y, en algunas noches, asiste a un boliche del tipo “solos y solas” en donde espera una nueva oportunidad en el amor.
Sebastián Lelio había competido en el BAFICI con La sagrada familia (2006) y en el Festival de Cine de Mar del Plata con El año del tigre (2011), dos películas muy distintas pero que a la vez compartían el tono de gravedad. Y no es que Gloria sea una comedia, pero como película “de personaje” que es, habita diversos estados y los trasmite al espectador, incluso algunos vinculados a la comicidad. Gloria atraviesa espacios y momentos del día, y nosotros somos testigos de la forma en la que observa, espera, se involucra con lo que la rodea, mantiene su carácter. No hay demasiadas marcas en su personalidad, pero es decididamente una mujer sensible y a la vez tiene fortaleza. Hasta que una noche conoce a un hombre de su edad (tal vez, algunos años más) con quien se involucra sentimentalmente. Pero él tiene una relación de dependencia con sus hijas, quienes no dejan de hostigarlo telefónicamente. Y allí comienzan los problemas.
El tono naturalista del relato no fuerza su recepción; aquí no se trata de una película de género, en donde todos están pendientes de que la pareja llegue a un final feliz. Lelio consigue que el espectador se sumerja en el “universo-Gloria”, sin proponer situaciones forzadas pero, al mismo tiempo, entregando secuencias con destellos de verdad (la borrachera de Gloria, el paseo por el parque de diversiones, etc.) que condensan emociones fuertes.
En su costado más social, Gloria expone el destino de muchas mujeres de más de cincuenta que se han separado y el entorno no les da demasiada cabida. Por fortuna, la película es honesta, franca, sobre todo en los momentos de desnudez, en donde grafica el cuerpo sin morbo ni pudor. Todo el drama del personaje se enclaustra perfectamente con la soberbia labor de Paulina García, quien hace que su criatura tenga vuelo, nos haga sentir mal cuando le va mal, y nos arranque una sonrisa cuando logre sentirse mejor.