La sombra de Pixar es alargada
El cine de animación vive una etapa dorada de la mano de Pixar. Su capacidad para convocar a un público de diversas edades ante un espectáculo cinematográfico es frecuentemente mal interpretado por otras compañías que tan solo tienen ojos para ver sus enormes beneficios y no el trabajo de fondo desempeñado por los socios de Disney. Ése parece ser el caso de Gnomeo y Julieta (Gnomeo & Juliet, 2011), una película que toma como inspiración la famosa creación de Shakespeare para intentar (sin éxito) darle la vuelta.
En esta ocasión la archiconocida historia de amor es protagonizada por enanos de jardín que viven en vecindarios diferentes con la correspondiente ración de odios y disputas entre ellos. La transposición entre la familia en la obra de teatro y los vecinos en esta versión cinematográfica se presenta casi como el único atrevimiento de una película sin pretensiones artísticas ni subversivas.
Y es que el nuevo cine de animación se equivoca al tomar constantemente como referente los productos Pixar sin percatarse de que el verdadero triunfo de estos radica, precisamente, en su forma de asimilar el cine narrativo norteamericano, en el hecho de que se deben principalmente a unos depurados guiones y a un lenguaje de corte incuestionablemente clásico.
Gnomeo y Julieta tan solo se centra en la animación (que es muy buena) y en explotar al máximo el 3D en escenas que son absolutamente prescindibles tanto para comprender la historia como para el desarrollo de personajes. Mientras que una fuga en Toy Story 3 (2010) es un homenaje y una revisión del cine carcelario estadounidense, aquí, el meloso e hipertrofiado encuentro entre los protagonistas es la gratuidad absoluta rayana en lo pomposo y cursi hasta lo vergonzoso.
A su vez, esta pieza no tiene problemas en tomar (o más bien robar) sin pudor alguno a la susodicha joya para simplificar su potencia y buscar a los más pequeños de la casa en pos de hacer dinero. Es una lástima ver como los de John Lasseter son capaces de jugar con lo inverosímil (ratas que cocinan, robots con sentimientos, juguetes que tienen vida propia) para voltear lo convencional y hablar de lo humano mientras que otros se aprovechan de sus logros para lucrarse.
Sin embargo, más allá de lo bochornoso de algunas escenas y de la puerilidad de la propuesta, a Gnomeo y Julieta hay que reconocerle un dinamismo sustentado, casi en su totalidad, en una gran animación y una potente banda sonora con revisiones de temas de Elton John que proporciona un indudable entretenimiento.
Película, pues, sin sorpresas, de planteamiento engañosamente original, que asume su rol de cinta a la sombra de Pixar y de desarrollo tan infantil como predecible. La última propuesta de Disney confirma que los que fueron antaño el referente de la animación hoy no son nadie sin los creadores de WALL•E (2008).