El territorio está en llamas. Montescos y Capuletos se enfrentan a muerte. O no. O no tanto. O sí, pero ya no los dos adultos que tienen sus casas linderas (y que se ignoran con amarga vehemencia), sino nada menos que los enanos de ambos jardines; los azules contra los rojos, con buenos y jodidos entre sus filas, pero con un joven aventurero de un lado y una bellísima pequeñuela del otro, que harán lo posible para que sus bandos dejen atrás odios y capitulen en nombre del amor. Pero la crisis social enana no termina ahí...
Porque el enfrentamiento entre ambas partes adquiere características violentas a poco de estallar, con invasiones de un lado de la cerca hacia el otro y amenazas varias, además de un accidente que termina con la presunta rotura (son enanos de porcelana, al fin y al cabo) de uno de los protagonistas.
"¡Se estrelló!", gritan los personajitos cuando uno de ellos cae al suelo destrozado en varios pedazos, constituyendo una forma interesante y original de representar la idea de muerte (atención, maestros, psicólogos infantiles y pedagogos) en medio de un universo conflictivo pero a la vez de remarcado tono festivo.
Gnomeo y Julieta, además de desplegar un altísimo nivel de la animación, al borde de cierto hiperrealismo, tiene como otro de sus méritos el reirse de algunos clichés del género de animación para niños, lo cual no es novedoso pero subraya la intención que toda una generación de realizadores viene poniendo en práctica, revitalizando a los cartoons a través de un camino que no parece tener límite. Pero el mayor tilde a favor del film es el buen uso del humor inteligente y con toques de bienvenida acidez (incluyendo la conversación de un gnomo con la estatua de William Shakespeare), a la vez que el logro de abarcar en envase de lujo un relato ameno para los más chicos de la famila.