Amantes sin Verona, balcones ni vecinos
No carece de ingenio esta adaptación del drama de Shakespeare jugado por enanos de jardín aunque, creativamente, resulta hoy un poco tardía. Diez años atrás, «Shrek» y sus secuelas (la segunda parte también fue dirigida por el mismo realizador de «Gnomeo y Julieta», Kelly Asbury) explotaron casi hasta agotar este tipo de humor basado en la revisión de leyendas e historias clásicas con acidez moderna y referencias múltiples a la cultura de masas (basta el detalle de la notebook que usa la señora Montesco con el símbolo de una banana, en clara referencia a «Apple», para advertir la similitud).
Sin embargo, al público al que específicamente va dirigido el film (menores de 12 años), poco le interesa hallar mayores innovaciones; el nuevo «cuentito» funciona a la perfección y, por añadidura, sirve de divertida introducción a la obra modelo y su autor, cuya estatua en Stratford upon Avon tiene una afortunada participación en la película.
Esa escena (Shakespeare dialoga con los gnomos) pone al descubierto el dilema central que deben haber tenido los responsables del film: ¿hasta dónde era posible una parodia más o menos fiel de la obra con ese final trágico en el que mueren ambos protagonistas? Los gnomos le repochan al poeta ese gusto por la muerte: «Pero, ¡es que es una tragedia!», se enoja Shakespeare. De acuerdo, pero ellos ya lo ponen sobre aviso (y también a los espectadores) que acá habrá happy end.
En dos casas contiguas cuyos propietarios se odian, los Montescos son los enanitos de jardín azules y los Capuletos los rojos. Patrullajes, peleas y batallas son permanentes, con la consigna de volver de inmediato al mundo inanimado si la mirada humana los descubre (recurso tomado, esta vez, de «Toy Story», otra saga de la que también el nuevo film es deudor).
No hay balcones ni vecinos, con la excepción de un flamenco divorciado que le pone la nota más sentimental a un libro que, por fortuna, escapa casi siempre de lo cursi: Julieta es una enana de jardín bien moderna, casi bizarra, y Gnomeo un matoncito que cumple con el mandato familiar de combatir contra los rivales molestos. Pero, tal como en Shakespeare, el amor es más fuerte, y su peligrosa continuidad se logra gracias a una rana cómplice, equivalante de la nodriza original.
Buen complemento: la banda de sonido sostenida por canciones de Elton John, quien hasta aparece en una de las escenas bajo la forma de uno de los enanos de jardín. Los chicos la pasarán muy bien.