Una pequeña adaptación
La traslación gnómica de la tragedia de Shakespeare a un duelo de jardines y respectivos gnomos jardineros no funciona del todo bien.
Esta Romeo y Julieta de cerámica cuenta la historia de Gnomeo, hijo de la gnoma principal del jardín azul y de Julieta, hija del patriarca del jardín rojo (enfrentados por pura extensión de los dueños de sus respectivos casas/patios/reinados) que durante una noche de camuflados colores cruzan caminos en un patio abandonado para obviamente, enamorarse.
La película tiene algunos momentos simpáticos, algunos personajes que sacan una sonrisa pero nunca alcanza un gran nivel de emoción o diversión, las canciones no destacan y la acción (como la carrera de podadoras) no se distingue ni siquiera en el aspecto visual.
Es por eso Gnomeo y Julieta resulta una propuesta anodina, los escasos destellos a partir de los cuales uno espera que la película de un salto y finalmente se afirme, poniéndose ágil o al menos delirante, jamás suceden.
Nunca nos sentimos compenetrados con la historia, inclusive los secundarios que deberían funcionar como comic relief (y de buen corazón, muy all you need is love) resultan más que graciosos, molestos. Así la rana amiga de Julieta no transmite demasiado a pesar de su hiperactividad y el flamenco plástico confidente de su amor no logra ningún vuelo (a excepción en el que recuerda cómo perdió a su compañera en una división de bienes entre la pareja dueña del patio en donde vive). Solo algunos personajes que justamente no hablan, como el honguito mascota de Gnomeo y los conejos de cerámica, resultan atractivos.
Quizás uno de las situaciones más divertidas de la película sea aquella en que la estatua de Shakespeare y el enamorado gnomo azul intercambian opiniones acerca de la obra en cuestión. El dramaturgo recuerda su obra y reafirma la genialidad de aquel trágico final, alega que ahí radica gran parte de la mística de la historia. A su vez, el entusiasta azulito (este año se vienen Los Pitufos, esta es un precalentamiento) esta en desacuerdo y se lanza a cambiar el desenlace ya conocido por todos.
Viendo el resultado final uno no puede más que estar de acuerdo con la estatua del literato. Ni siquiera hace falta aclarar como termina, ¿no?