Basada en el libro de Anne Wiazemsky, ex esposa del director Jean-Luc Godard, la película muestra bajo su mirada la crisis creativa, existencial y la convivencia que atravesó junto al exponente de la nouvelle vague después de la filmación de La Chinoise (1967), la película con la que conoció el rechazo y se vio frustrada una gira en China.
El realizador Michel Hazanavicius retrata el mundo que mejor conoce, el cine, a través de una época de cambios y transiciones tanto en el ámbito afectivo del director de Sin aliento como en el convulsionado ambiente social francés de los años '60.
Esto funciona como la excusa ideal para que Godard, mon amour deje planteado el juego del cine dentro del cine en primer plano, donde surge la inclasificable y salvaje personalidad del realizador encarnado por Louis Garrel, que tras su fracaso asegura que “sólo se salvan las comedias de Jerry Lewis y El Gordo y el Flaco”.
En su retrato de más de cien minutos y, al igual que Godard, Hazanavicius rompe las reglas clásicas de la narración: hace que los personajes hablen a cámara; que Godard camine hacia atrás: invierte la imagen a negativo y hasta la pareja protagónica se queja de los desnudos en el cine cuando ellos están como Dios los trajo al mundo en su propia casa.
Pero el motor de la propuesta es la historia de amor entre el creador vanguardista y contestatario y Anne (la fragilidad bien capturada por Stacy Martin), la flamante y joven actriz con la que más tarde se casaría para conocer las luces y las sombras del amor.
Este es un filme ideal para los estudiantes de cine o para aquellos cinéfilos que todavía conservan el espíritu rebelde de los años '60, ya que no se trata de un biopic convencional.
La película hace foco y desenfoca, acercando a un creador bohemio que supo enfrentar aun sin sus clásicos anteojos (todo un símbolo) a las barricadas policiales a pesar de haber cumplido los 40 y de no mostrarse muy cómodo con las palabras de admiración de sus seguidores.
Estructurada en capítulos, y con un trabajo que se aleja de la emoción (salvo en el último tramo teñido de un momento más dramático), la propuesta elige un tono distante y por momentos casi documental, mientras respira el celuloide de una época lejana donde la revolución era una de las constantes.