La cámara es como un microscopio que puede ver lo infinitamente pequeño o un telescopio que percibe lo infinitamente distante”
Jean-LucGodard
Para retratar al gran Jean-LucGodard, el director Michel Hazanavicius (asombrosamente ganador del Oscar por “El Artista”) toma el material del libro de memorias de la ex pareja de la época más revolucionaria del director, Anne Wiazemsky (“Une anéestudieuse”) y lo enmarca en pleno contexto del compromiso político de Mayo del ´68 para dar vida al estreno de este jueves, “GODARD, MON AMOUR” (“Le redoutable”, en el original).
No solamente es un momento en que la sociedad francesa vive un punto de inflexión en lo político y en lo social, sino que en cierto modo también lo es para la propia vida privada de Jean-Luc.
Se encuentra comenzando esta relación amorosa con Wiazemsky, quien fuese su actriz en “La Chinoise”, una comedia negra sobre un movimiento revolucionario de estudiantes maoístas que ha marcado un indudable y rotundo fracaso dentro de su carrera.
Godard, el mismo que por pasarse horas en la Cinemateca Francesa se había involucrado y trabado amistad con cineastas como François Truffaut, Eric Rohmer, Alain Resnais o Claude Chabrol,sería también uno de los gestores de un movimiento completamente revolucionario para la cinematografía de la época y que actualmente aún sigue formando parte de la historia del cine como uno de los más trascendentes: la Nouvelle Vague.
Este fue, claramente, un movimiento diferente, vanguardista y experimental con una mirada nueva, de libre expresión y de nuevas técnicas, redefiniendo la manera de narrar en el cine.
Hazanavicius elige retratarlo en este momento donde luego del fracaso de “La Chinoise”, su carrera comienza a tomar un rumbo diferente, con su fuerte compromiso político como estandarte y como ese apasionamiento militante que logra teñir, inclusive, sus decisiones cinematográficas.
Tan así es, que JLG se aboca a la creación de otro grupo completamente revolucionario –aunque de mucha menos trascendencia que la Nouvelle Vague- como fue DzigaVertovque tuvo como manifesto fundador de cine autogestivo al filme “Viento del Este”, que es justamente la película que se encuentra filmando cuando lleguemos al epílogo del “Godard, mon amour”.
Lamentablemente, Hazanavicious no alcanza a construir un filme de una solidez tal, que haga honor a una figura de la envergadura de JLG.
Si bien acierta en ciertas decisiones (uso de los mismos colores que usó Godard en esa época, momentos en los cuales las escenas están veladas, personajes que hablan a la cámara, el escenario y vestuario de la época, la división del filme en capítulos parafraseando títulos de canciones, obras literarias o frases célebres) se nutre también de otros recursos que generan un clima de desacierto casi permanente.
Los fragmentos en donde irrumpe el humor son completamente disonantes con la propuesta general del filme y desafinan tanto que lo que se propone como un pequeño paso de comedia, podría terminar confundiéndose como una falta de respeto, dándole un toque inmerecidamente infantil y burlón a la figura de JLG.
En la primera mitad del filme, con las imágenes con las que Hazanavicius representa alos sucesos acontecidos en Mayo del ´68, el film toma cuerpo y gana contundencia. Pero luego elige dirigir esa mirada política con un tono que hasta parece interpelar la toma de posición de JLG, sus decisiones y su militancia política.
Y recién sobre el final, abandona totalmente esos pasos de comedia tan poco atinentes para ponerse serio e imprimir un tono dramático, más intimista y más reflexivo,con el que la propuesta hubiese tenido una mayor coherencia.
Para armar este retrato, Michel Hazanavicius elige denodadamente dejar de lado toda la faceta de creador y pensador del cine de JLG, para sumergirse casi exclusivamente en el costado político y sentimental del cineasta, descartando lo que quizás hubiese potenciado más el interés de narrar una biografía con el marco del cine dentro del cine.
Porque si bien en algunos tramos lo hace, la superficialidad con la que encara toda la propuesta es llamativa, sin dejar ningún otro rastro que se está refiriendo al gran JLG que repetir varias veces su nombre o de utilizar recursos propios de los filmes de Godard, como una funcional voz en off que va reforzando algunas de las imágenes.
Y justamente el filme transcurre en ese post-Mayo ´68 en donde Godard intenta no solamente ser un artista, un creador sino comenzar a ser un militante, que va dejando atrás su intelectualidad para pasar a ser combativo: incluso su relación con la propia Wiazemsky (Stacy Martin, de “Ninfomaniac” y “Todo el dinero del mundo” que pasea su rostro y su agraciada figura por pantalla pero que no logra en ningún momento darle alma a su personaje ni dotarlo de la fuerza necesaria para darle contundencia dentro del relato) es radical en su postura, dado que ella era la hija de un político conservador.
A la gélida Stacy Martin se suma Bérénice Bejo que se encuentra completamente desaprovechada en un papel prácticamente inexistente, sin textura alguna y se destaca, por supuesto, Louis Garrel (quizás sea un guiño que el hijo de Philippe Garrel –un constante evocador en su cine de la nouvelle vague- haya sido elegido para este personaje) quien logra apoderarse del phisique du rol adecuado, se mimetiza con el seseo, esa forma particular de Godard al hablar y logra imponer su presencia que hace honor justamente al título original del filme: Le Redoutable: el temible, el terrible.
Y por más que Hazanavicious haga gala de su falta de inventiva para una puesta completamente chata y unidimensional para un retrato tan importante como éste, la oportunidad de mostrar lo que la figura de Godard significó para el cine y el aire que imprime Garrel en pantalla, hacen que quede alguna huella, sobre todo en el tramo final, de ese “enfant terrible” del cine francés que aún hoy con sus vitales 87 años se encuentra presentando su última película en el Festival de Cannes…
Ese mismo festival que en pleno Mayo del 68, terminó anticipadamente y no pudo declarar ganadores y en el que el propio JLG tuvo mucho que ver cuando junto con Truffaut se colgaban de las pantallas para impedir que se vieran las películas, los manifestaciones estudiantiles invadían las proyecciones y se respiraba ese aire de revolución que JLG tan notablemente sigue representando.