Michael Bay, director de la saga Transformers, recibió un neologismo en honor a su estilo: bayhem, un juego de palabras con mayhem (caos). Se define como “el concepto cinemático de explotar cosas por los aires a gran escala, en cámara lenta y (generalmente) en el ocaso”, y también como “una palabra compuesta que describe el inevitable caos incendiario usado por Michael Bay en lugar de personajes y guión”. Godzilla II: El rey de los monstruos es una muestra de que Bay hizo escuela.
A grandes rasgos, aquí se alternan dos tipos de escenas. Por un lado, las que transcurren en interiores de bunkers, aviones y submarinos, protagonizadas por científicos y militares intentando explicarnos lo que ocurrió o lo que va a ocurrir. Por otro, las de “exteriores”, con gigantescos monstruos destruyendo a mansalva, masacrando humanos y peleándose entre sí. Gracias a sus diálogos reiterativos, las primeras marcan una tregua en el aturdimiento sonoro y visual que imponen las segundas.
Hay una mínima historia que justifica la acción. Cinco años después de los hechos ocurridos en Godzilla (2014), la empresa Monarch está estudiando la presencia de unas dos decenas de “titanes” distribuidos en estado de hibernación por todo el mundo. A contramano de lo que suele ocurrir en la ficción (y la realidad), se trata de una corporación todopoderosa pero de naturaleza noble: protege a las criaturas cuando el gobierno estadounidense quiere aniquilarlas.
En ese debate están cuando un terrorista ecológico se las ingenia para empezar a liberar a los monstruos, con la idea de barajar y dar de nuevo: el caos y la matanza producidos por los gigantes restablecería el equilibrio al planeta. Los humanos (entre ellos, Millie Bobby Brown, la estrella de Stranger Things, en su debut cinematográfico) son casi impotentes ante el poderío de los bichos, pero Godzilla está ahí para defenderlos.
Así, se reiteran las situaciones en que todo parece a punto de terminar cuando, zas, aparece Godzilla al rescate. También se repiten las tomas de humanos mirando hacia arriba, boquiabiertos de asombro. Es cierto que los monstruos -extraídos de algunos de los 32 filmes de la saga japonesa- son impactantes, y en especial Ghidorah, el dragón de tres cabezas. Pero el recuerdo de los dragones de Game of Thrones está demasiado fresco: la comparación de escenas de acción de la serie con algunas de esta película es inevitable, y no favorece a Godzilla II.